Al estruendo de un cohetón en el cielo, cuando el sol apenas daba los primeros, de los muy intensos rayos del día, se escuchó sonar un tambor que, al golpe de las vaquetas y las sonajas anuncia el inicio de la danza autóctona frente al templo.
Con basta energía el grupo de jóvenes que integran el cuadro de danzantes, quienes emulan a los nativos que, con estos bailes, rendían tributo a su Dios, dan inicio a su rutina. Nueve días previos a la fecha esperada, por calles, caminos y parcelas, la procesión con San Isidro Labrador, acompañado del rosario, cantos y mucha devoción, ha reunido a sus principales fieles: los campesinos y sus familias.
Es que el 15 de mayo, en diferentes comunidades, principalmente rurales, se llevan a cabo las fiestas patronales de San Isidro Labrador, santo patrono de los agricultores. Estas actividades van desde los más solemnes actos religiosos, hasta las diversas actividades recreativas que, dan cita a ejidos, ranchos y localidades enteras.
Como ya es toda una tradición, la misa solemne, congrega a gente de muchas partes, el sacerdote realiza la bendición de tractores, implementos y semillas; lo más importante, son las oraciones en conjunto para que, al campo lleguen las tan esperadas lluvias y que, de ésta manera el ciclo agrícola que apenas va a dar inicio, sea de abundantes cosechas.
Luego de los eventos religiosos, se da paso a la comida comunitaria, es decir, para todos los presentes; los fieles congregados en la capilla, se organizan para invitar a comer a los visitantes, algunos traen cazuelas de comida, otros agua fresca, refrescos o tortillas, hay quienes se organizan y hasta música en vivo contratan. La devoción por su santo, provoca integración y cohesión social.
Una vez llegada la tarde, las familias se reúnen en torno a su iglesia, con los niños realizan juegos de habilidades y destreza, como las carreras en costales, bicicletas, hasta el concurso para atrapar un marrano encebado.
La gente de a caballo se dan cita en la plaza, un terreno en el centro del pueblo que, así le llaman, ahí juegan a las argollas, concurso que consiste en acertar la daga de manera en el centro de la argolla hasta arrancarla de la línea de alambre donde fueron atadas, ésta se ubica a una altura considerable, de tal manera que, a toda velocidad en su caballo, el jinete alce su mano derecha y aventurado al azar, acierte a la que tiene un premio. También se juega la estirada de gallos, el pollo enterrado y hasta empareje de los mismos caballos.
Llegada la noche y previo al baile popular en la cancha del ejido, los feligreses se reúnen nuevamente frente a su templo, el cual por años han venido construyendo y haciéndole mejoras; al ritmo peculiar que provoca la danza, dan inicio a la quema de artificios pirotécnicos, cohetes que iluminan el cielo y sus sonrisas, al mismo tiempo que esa felicidad los contagia, sellan su noche llena de aplausos y gritos de alegría.
Es así como el retorno a sus viviendas, es más que placentero; todo lo desarrollado para festejar a su santo patrono, obligó a dejar de lado cualquier diferencia de las personas y lo anterior se convirtió en la mejor prueba de que, unidos en torno a la fe, se pueden lograr muchas cosas.
Ahora lo que los mezquites lucen frondosos con las vainas empezando a caer, los ébanos con mahuacatas verdes y los framboyanes floreados con ese color rojo intenso; la espera del campo es que, una vez iniciada la temporada de huracanes y ciclones, junto a la enorme fe que, los campesinos profesamos a San Isidro Labrador, pronto regresen, los aguaceros de mayo.
Hasta la próxima.