Con el reciente fallecimiento de Silvia Pinal se cierra un ciclo de la llamada época de oro del cine mexicano. De la amplia trayectoria de la actriz me quiero centrar en las películas que hiciera bajo la dirección de Luis Buñuel, y siendo productor de todas ellas Gustavo Alatriste, el segundo de los cuatro maridos que en vida tuvo la Pinal.
Luis Buñuel fue un genio, el mejor ejemplo de la irrupción del surrealismo en el séptimo arte. Cuando, años atrás, di clase de Historia del Arte, acostumbraba a proyectar la película que realizó junto a Salvador Dalí, “Un Perro andaluz”: ese ojo partido a mitad por una navaja aún inquieta, doy Fe.
Corrían los cincuenta del siglo pasado y nuestra actriz se entusiasma con el trabajo del aragonés quien en nuestro país había rodado algunas películas como “Los olvidados” y “Ensayo de un crimen”. En esta última el protagonista es Ernesto Alonso y él será quien los presente. Lo que tenían en mente era protagonizar un proyecto de don Luis, adaptar para el cine la novela de Tristana, de Benito Pérez Galdós, y se dan a la tarea de buscar un productor y no lo encuentran; aquello no era rentable. Será hasta los setenta cuando finalmente Tristana llegue a la pantalla grande pero producida en Europa y protagonizada por Fernando Rey y Catherine Deneuve. Pero todo esto es contado, y con mejor gracia, por Silvia Pinal en la siguiente entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=dcxv6c3IYK8
“Viridiana” (1961) es a la fecha la única película mexicana en alzarse con la Palma de Oro del Festival de Cannes. Fue rodada en España y sacada de contrabando para burlar la censura franquista. Cuenta la historia de Viridiana, una novicia que a punto de tomar los hábitos de monja visita la casa de campo de su tío, quien por el asombroso parecido que guarda la joven con su difunta esposa pretende reanimar con ella pasados ardores. Estamos ante un Buñuel juguetón e irreverente. En algún momento de la trama Viridiana lleva a vivir a la finca a un hatajo de menesterosos. Éstos protagonizarán una parodia del cuadro La última cena de Leonardo Da Vinci, la escena escandalizó al Vaticano e tutti quanti. Luego harían juntos un par de películas más: En “El ángel exterminador” (1962) un grupo de personas de la alta burguesía asisten a una cena; pasan las horas y, no exentos de pasmo, descubrirán que no pueden, aunque nada lo impide, abandonar la habitación en que se encuentran. Finalmente, en “Simón del desierto” (1965), inspirada en la vida de Simón el estilita, un santo asceta del cristianismo cuya fama radicó en haber elegido, por penitencia, pasar la
vida en estrecha plataforma sobre una columna, el papel interpretado por Silvia Pinal no es otro que el del mismísimo Satanás.
En esas tres películas, sin lugar a dudas mexicanas, Luis Buñuel confirmó lo que ya se sabía: al nacer rompió el molde. Del productor Gustavo Alatriste hay que destacar su inteligencia y generosidad; apostó su capital en películas que no eran negocio, no lo fueron ayer ni lo serían hoy. Silvia Pinal no sólo fue la actriz (protagónica o secundaria), sino también la tenaz promotora para que tales proyectos aterrizaran y ante eso me quito el sombrero. Tuvo visión y madera de líder. Tuvo lo que hay que tener.