Alguien puede preguntar: ¿Cuál es la diferencia entre los políticos y los luchadores? Es fácil describir a los luchadores, son técnicos o son rudos, y así se comportan en el ring; cada uno cumple el rol que le concede la etiqueta. ¿Qué pasa, sin embargo, con los políticos? La mejor forma de describirlos es que, entre ellos, la amistad es de mentiritas; en tanto que los enemigos son de verdad. Y esto, en Morena, tal parece que es el juego. Son correligionarios, pero no amigos, y sí enemigos de verdad.
Es una paradoja lo que sucede en la política. Sus protagonistas, los que son o se etiquetan como políticos, tienen como tarea esencial servir a los ciudadanos, para eso quieren y luchan por el poder político. La cuestión es que, para poder servir a la población, el político entabla combates, luchas, y en ocasiones es una lucha sin cuartel, sin réferi, como se estila en la lucha libre. Al menos es lo que observamos en el escenario político, en el local y en el nacional.
MORENA, RADICALES Y ADVENEDIZOS
El escenario inicial de Morena dibujaba a una Claudia Sheinbaum empujando a Omar García y a un AMLO que lo rechazaba, por sus vínculos con Genaro García Luna y los conservadores. Al recibir el bastón de mando Claudia, todo hace indicar, validó su poder encaminando a Omar hacia la CDMX; hecho que, a ojos vistos, recibió el aval de AMLO. Al interior de Morena, sin embargo, las cosas son diferentes: no hay tribus, las prohíben los estatutos, pero es fácil identificar corrientes… una de ellas, los radicales y otra, digamos, los advenedizos, los que no son puros y llegaron para apuntalar, garantizar, el triunfo de AMLO.
Y la corriente de los radicales, a la cual se supone pertenece Claudia, no está dispuesta a perder terreno. Por eso, se opone duramente a la candidatura de Omar, le dan las contras a Claudia. En la jornada se publicó un desplegado donde connotados morenistas, de hueso colorado, se pronuncian en favor de Clara Brugada, alegando que no es improvisada, que es, eso sí, una dirigente distinguida que se ha formado en las batallas, digamos, las mil batallas de Morena. Le dan, pues, las contras a quien detenta el bastón de mando de la 4T.
BUENOS SÍNTOMAS
Lo que está sucediendo en Morena, tanto a nivel nacional como local, es positivo. En principio porque rompe la actitud, monolítica, de antes; de acatar y supeditarse a los deseos de quien tiene, o va a detentar, el poder. Nadie piensa, en serio, que Claudia pueda perder la elección… Pero los suyos, desde un principio, ya le están diciendo que no están de acuerdo en sus decisiones unilaterales: a Omar García lo ven como un advenedizo, que llegó fortuitamente a la 4T, y que, pese a los resultados que ha dado, no merece ser premiado en aras de una postura pragmática.
Y lo que sucede en Tamaulipas, de los encuentros y desencuentros de los morenistas en aras del poder y de sus ambiciones, rompe el esquema anterior de cubrir apariencias y darse golpes bajos, o como se sigue diciendo, guerra sucia: porque sucia, no puede ser, la que se ventila de manera pública: el desplegado de los radicales se publicó en La Jornada; y la balconeadas, entre Braña y su adversario, son abiertas, publicas, no se esconden para atacarse, defenderse o contraatacar… Es una guerra sin pudor, sin réferi y sin contar las caídas.
NO SON IGUALES
En la lucha por el poder, efectivamente, los morenistas no son iguales a los de antes, a los priistas; puesto que, ahora, hagan de cuenta, los golpes no son bajos, no son anónimos, no se esconden para luchar, pelear, por lo que creen que merecen o les corresponde. En el caso local, Braña considera que merece la oportunidad; El otro está plenamente convencido de que merece la reelección. Y es que, antes, el político ambicioso, no decía que quería la candidatura, decía: estoy cumpliendo con mi responsabilidad, trabajo mata grilla… esperando encontrarse con el dedo, el dedazo presidencial.