Creo que de los más felices con las lluvias son las autoridades locales de la Capital tamaulipeca. Por culpa del agua, de su escasez, sufrieron más que muchos victorenses. Y es que, ante cada reclamo, debieron aguantar y además hacer oraciones e invitar a los capitalinos a seguirle la corriente, es decir, hacer oraciones para que Dios nos dotara de agua. Y vaya que llovió, “Alberto” nos trajo tanta, que más de uno se queja de las afectaciones, pero en general, todos estamos con mejor cara, más optimismo y seguridad.
La crisis del agua en el Capital afectó a todos, a ricos y a pobres, a influyentes y no influyentes. Había días que no teníamos agua, debimos comprar más botellones y, en ciertos casos, hasta bañarnos con agua de ese tipo. Tuvimos que comprar agua a las pipas, caras porque pagar llenar un tinaco era el pago de tres o cuatro meses del recibo del agua. En pocas palabras, la carencia del agua nos llevó a valorarla, a que debemos cuidarlas… aprendimos a vivir con agua de las pipas, con los tandeos y, así, reconocer que es un recurso natural que significa vida.
CUIDAR EL AGUA
La Capital tamaulipeca ha vivido varias etapas de falta de agua. No es la primera vez que se hace tandeos; y, así lo asumimos, no será la última vez que así suceda. En una de las etapas anteriores, recuerdo que una comadre en una reunión explicó: hemos aprendido la lección. En la casa nos turnamos para agarrar agua, llega por la noche, así que uno de la casa no se puede dormir hasta que llega y llena el tanque y otros recipientes… y la que guardamos, tenemos que cuidarla, no desperdiciarla.
Un día nos reunimos un grupo de excompañeros de la secundaria. Una de ellas, de visita en la Ciudad, nos contó lo que sucede donde ella vive, que es una ciudad de Guerrero, con playa. Cuenta que a ellos solo les dan agua una vez a la semana; que ello los ha obligado a reciclarla, a gastar lo menos posible y darle un uso más racional. ¿Cómo aprendieron?, preguntó más de uno, y la respuesta fue: la necesidad, los hechos nos obligaron a llegar a esa situación. En pocas palabras, la realidad nos induce, nos obliga, a tomar un curso intensivo de cultura del cuidado del agua.
TANDEOS
Cuando empezó a faltar el agua, de inicio se notó en los sectores altos de la Ciudad. Incluso, recordarán, se construyó un acuiferico y, cuando se supone que funcionó, pomposamente se dijo que mejoró la distribución del agua en 93 colonias de la Ciudad. La cuestión es que al paso del tiempo se empezó a notar la falta de agua, así que en algunos sectores de la Ciudad empezaron a construir cisternas o colocar tinacos, lo que implicó para muchos la necesidad de poner una bomba de agua… así, vaya pues, hasta que llegaron los tandeos.
En algunos sectores un día si y otro no, para unos los martes, jueves y sábado, para otros, todos los días, pero solo en la mañana o en la tarde. ¿A qué hora llega el agua?, preguntaban unos y otros vecinos. Y nos acostumbramos: a gastar menos agua, a usarla de manera más racional, en fin, a cuidarla. Nos acostumbramos: llegaba el agua y se llenaba el tinaco; la usábamos, gastando lo menos posible, y volvía a venir, se volvía a llenar el tinaco, así los ciclos. El hecho, en principio, nos hizo valorar el tener o no tener agua… y de pronto, nos dicen, que probablemente se llenaron los pozos, que se terminarán los tandeos.
EDUCAR PARA CUIDAR EL AGUA
Alejandra Cárdenas, en su condición de diputada local, pugnó por un semáforo del agua. Para que los pobladores de una u otra ciudad conocieran la gravedad de la falta agua. Creo que eso no es suficiente, estamos a tiempo para iniciar una intensa campaña de educación o cultura del agua. Debe enseñarse, a todos, a chicos y grandes, el valor del agua y de cómo se tiene que cuidar… se nos tiene que dar cursos o entrenamiento para optimizar el agua, de cómo se debe reciclar que, obvio, significa no solo saberlo, sino también las adecuaciones que debemos hacer en casa.
Los cursos o esquemas de cultura del agua tienen que darse en todos los sectores, en las escuelas, en las universidades, en los centros de trabajo; enseñarnos cómo almacenarla, cómo recolectarla de la lluvia, cómo hacerla fluir hacia donde la necesitamos. Creo, sin la menor duda, que las próximas generaciones deben estar prevenidas para situaciones de crisis de mayor intensidad… Y es tarea de todos: del Gobierno cómo de la población. Porque el agua es para todos, todos la necesitamos.