abril 23, 2025
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Desiderio García

Tolino y Paulin

abril 22, 2025 | 22 vistas

Desiderio García Sepúlveda

En medio del tráfico del mediodía, un carrito avanza a toda velocidad entre los coches. El armatoste improvisado no es un automóvil, pero corre como si lo fuera. Mientras esquiva obstáculos, se detiene un instante para calcular su siguiente movimiento y luego acelera de nuevo. A bordo, un niño deja que el viento le despeine y sonríe. Por un momento se olvida de todo. Se siente libre.

Paulin, de siete años, no puede caminar a causa de la polio. Pero su hermano Tolino no iba a dejarlo desamparado. Con madera de desecho y ruedas de bicicleta construyó un carrito que, aunque precario, le permite moverse. Cada giro de las llantas en su eje produce un rechinido desquiciante, como si el cacharro les reprochara su osadía.

Tolino, cuatro años mayor y con síndrome de Down, es el motor de su hermano. Grita, corre, suda. Su sonrisa ancha se extiende de oreja a oreja hasta casi hacer desaparecer sus pequeños ojos rasgados. Para los conductores solo es un meteoro fugaz con unos dientes grandes como mazorca de maíz.

Los hermanos avanzan al ritmo de las piernas de Tolino, desafiantes y veloces. No usan la banqueta, prefieren la calle, codeándose con los coches. Se detienen en los semáforos rojos solo para, en cuanto la luz verde parpadea, lanzarse de nuevo a la carrera.

Tolino sabe que este correr, aunque lo agote, es el pequeño pedazo de felicidad que puede regalarle a su hermano. Es sacarlo del cuarto donde viven, lejos de la cama que lo consume y de la ventana donde, con el rostro largo, Paulin observa a otros niños jugar en la calle.

Su madre es su único sustento. Trabaja todo el día como cajera en un supermercado, a veces doblando turno o trabajando los días festivos para llegar a fin de mes. El cansancio acumulado le ha cobrado factura y, al llegar a casa, lo único que quiere es descansar.

Los hermanos pasan gran parte del tiempo solos, y por eso se han vuelto inseparables. Paulin es la idea; Tolino, la acción. Se complementan para sortear la vida: hermanos por sangre y necesidad.

En su corta vida, los niños no recuerdan un momento más feliz. Uno marca el rumbo, el otro impulsa la marcha: simbiosis perfecta, hermandad potenciada. La risa de Tolino resuena en el aire, mientras Paulin grita emocionado: “¡Más, más, más rápido!”.

Un chirrido de llantas rasga el bullicio del tráfico. Un joven distraído con el celular se salta el alto. Un golpe seco. El carrito se hace añicos. Manchas rojas en el asfalto. Olor a balata y hule quemado. Un grito ahogado.

Los curiosos se acercan, atraídos por la tragedia.

Tolino sigue corriendo. Paulin lo anima con gritos de emoción. Siguen juntos, atrapados en el bucle de su alegría infantil.

Antes, Paulin soñaba con ser piloto de carreras. Pero ahora cambia de rumbo: quiere ser astronauta. Sonríe y le da la nueva misión a su hermano. Tolino, con su eterna sonrisa, obedece sin dudarlo y se enfila hacia las estrellas, que comienzan a brillar en el cielo al atardecer.

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