Había una vez en el tranquilo pueblo de “Tranquilón”, un hombre llamado Lucas que se había pasado toda la vida persiguiendo el sueño de la tranquilidad absoluta. Lucas trabajaba en la fábrica de almohadas del pueblo, donde se aseguraba de que cada almohada estuviera perfecta para garantizar los sueños más suaves y plácidos.
Un día, después de años de ahorro y planificación meticulosa, Lucas decidió que era el momento de mudarse a una cabaña en el bosque para vivir en paz y tranquilidad total. Vendió su casa en el pueblo, renunció a su trabajo en la fábrica y se fue a su cabaña aislada.
La primera noche en la cabaña, Lucas se dio cuenta de que el silencio era absoluto. No había el murmullo constante del pueblo ni el lejano zumbido de la fábrica. Todo era calma. Sin embargo, cuando se acostó en su nueva cama, se dio cuenta de algo extraño: la almohada que había traído con él no era lo suficientemente cómoda. Después de todo su trabajo en la fábrica, había terminado con una almohada defectuosa.
Decidido a no dejar que eso arruinara su tranquilidad, Lucas pasó la noche entera ajustando su almohada, tratando de encontrar la posición perfecta. Cuando finalmente logró acomodarse, ya era de mañana y el canto de los pájaros, que había anhelado escuchar, le pareció estruendoso después de su noche en vela.
Los días pasaron y Lucas se dio cuenta de que la tranquilidad no era tan perfecta como había imaginado. La soledad empezó a pesarle y, paradójicamente, extrañaba el ruido del pueblo, los saludos de sus vecinos y el trabajo en la fábrica. La paz absoluta resultó ser una carga inesperada.
Finalmente, después de meses de luchar por adaptarse, Lucas decidió regresar al pueblo. Al llegar, fue recibido con alegría por sus antiguos vecinos y retomó su trabajo en la fábrica de almohadas. Se dio cuenta de que la verdadera tranquilidad no estaba en la ausencia de ruido y actividad, sino en la familiaridad de su vida en el pueblo.
Y así, Lucas vivió tranquilamente en Tranquilón, apreciando los pequeños ruidos y movimientos de la vida diaria, irónicamente más tranquilo que nunca.
A veces la gente se pasa la vida creando sueños “guajiros”. Creyendo que la felicidad o la tranquilidad está en esos sueños, en esa ilusión, en esa ficción y eso provoca que no vean que lo que quieren lo tienen en sus narices.
EN CINCO PALABRAS.- Y por eso se enojan.
PUNTO FINAL.- “La vida es eso que pasa mientras nos lamentamos de la vida”: Cirilo Stofenmacher.
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