Rogelio Rodríguez Mendoza
Sin duda, la gran mayoría de los mexicanos aplaudimos la histórica decisión del gobierno, encabezado por la presidenta, Claudia Sheinbaum, de entregarle a Estados Unidos 29 jefes criminales que durante décadas sembraron el terror en el territorio nacional y que inundaron de droga al país vecino.
Se trata de sanguinarios “capos” de la mafia mexicana que estaban pagando condenas en cárceles de máxima seguridad, desde donde muchos seguían influyendo en actividades criminales.
Sin embargo, me parece que más allá del impacto mediático que está teniendo esta histórica entrega, no habrá ninguna consecuencia a favor de México.
De entrada, porque el destierro del “combo” criminal se dio en el contexto de las presiones que el gobierno de, Donald Trump, ha venido ejerciendo sobre su par mexicano. Presiones que iniciaron desde su campaña electoral por la presidencia de Estados Unidos y que arreciaron a partir de que asumió el poder.
Es decir, la entrega de los jefes narcos es una especie de ofrenda, o “queda bien”, para intentar disuadir a Trump de su intención de imponer, a partir de este martes, aranceles a los productos mexicanos.
No obstante, conociendo el carácter “bipolar” del presidente de la poderosa nación norteamericana, ni eso ni el despliegue de miles de soldados y elementos de la Guardia Nacional en la frontera para frenar la migración ilegal y el tráfico de drogas, servirán de mucho para impedir el castigo arancelario.
Por otra parte, tampoco beneficiará mucho a México la entrega de los jefes narcos en el combate a la inseguridad, porque si bien es cierto algunos de ellos seguían operando desde las prisiones, también lo es que la verdadera violencia delincuencial la están generando los «capos» que encabezan los grupos criminales en activo.
Más que entregar reos, frenar la violencia criminal en el país requiere del endurecimiento de la estrategia de seguridad pública, golpeando a las organizaciones delincuenciales en su estructura humana, pero sobre todo en sus cimientos económicos.
Por eso y mucho más soy un convencido de que la entrega de los 29 “capos” mafiosos no pasa de ser un gesto de buena voluntad por parte de México a Estados Unidos. A lo mucho es una especie de mensaje de que: “con nosotros las cosas en el combate a la inseguridad será distinta”.
O, dicho de otra forma: “con nosotros no habrá abrazos y si balazos”.
Si acaso el único beneficio para los mexicanos es que, con la presión que está ejerciendo Estados Unidos, México se verá obligado a dar mejores resultados en el combate a los cárteles delincuenciales, lo cual tarde o temprano tendrá que incidir en una reducción de la incidencia delictiva.
Pronto nos daremos cuenta de ello. Seguramente en pocos días o semanas estaremos viendo más acciones de alto impacto mediático, incluso de mayor peso que el de la entrega de los 29 “capos”. Ya verá usted que así es.
EL RESTO
PREOCUPACIÓN PANISTA.- Nos dicen que en el PAN tamaulipeco, y sobre todo en el grupo parlamentario blanquiazul, hay mucha preocupación por el inminente proceso de desafuero que se iniciará contra el diputado, Ismael García Cabeza de Vaca.
A diferencia de lo que ocurrió con el exgobernador, Francisco García Cabeza de Vaca, cuando el PAN usó su mayoría en la legislatura para salvarlo del desafuero, las cosas con Ismael son totalmente distintas porque su partido carece de la mínima posibilidad de defenderlo.
Con Morena y sus aliados controlando las dos terceras partes de la 66 Legislatura, cualquier proceso de desafuero avanzaría con bastante rapidez.
La única alternativa de defensa para el exsenador sería la vía jurídica, pero también resulta una alternativa muy endeble.
Por eso se entiende la preocupación en las filas panistas.
Con el añadido de que, las carpetas de investigación que se le iniciaron y con las cuales la fiscalía anticorrupción busca procesarlo, van bastante sólidas por el cúmulo de datos de prueba que los investigadores lograron reunir.
Ante ese panorama, nada extraño sería que de pronto Ismael ya no se presente a sesionar.
ASÍ ANDAN LAS COSAS.