María José Zorrilla
En los últimos 30 años empresas que no existían se han convertido en una cotidianidad en nuestras vidas. En los chats entre amigos pululan las recomendaciones de películas y series de Netflix.
Esta empresa de entretenimiento y plataforma de streaming que nació en 1997 en Los Gatos California. Empezó como una pequeña empresa de alquiler en DVD y hoy día se ha convertido en todo un fenómeno de producción, distribución y juegos en casi todo el orbe con excepción de China, Core del Norte, Irak, Siria e Irán. El resto del mundo tiene acceso a sus más de cien mil títulos y su clientela supera los 260 millones de clientes. Entre otras empresas milenials, figuran, Amazon, Facebook, X, Tiktok, Instagram, YouTube, Apple, por mencionar algunas de estas compañías que nos acompañan en el día a día para comprar, divertirnos, comunicar, terapear, estar informado, pero ninguna sustituye la emoción que se vive durante las competencias deportivas. Ayer fue un domingo donde el tenis y el futbol acapararon la atención de medio mundo. Por la mañana se realizaron las finales de tenis en Wimbledon, donde se jugarían la final masculina de singles y la final de dobles mixtos. Alcaraz y Djokovic se citaron en la cancha central del torneo más antiguo de tenis y el más prestigiado del mundo con la expectativa de ver cómo se desarrollarían las acciones entre dos generaciones, el joven murciano de apenas 21 años y ya con tres Grand Slams en su haber y el experimentado serbio con 24 trofeos y de 37 años de edad. El duelo parecía interesante entre el titan del tenis y el chico sensación de El Palmar. Sorprendió a todos la facilidad con que Carlitos dominó los dos primeros sets e incluso hasta el tercero en el que tuvo tres puntos para partido y no pudo concretarlos porque se vio presa de los nervios, pero se sobrepuso y fue en la muerte súbita donde finalmente cerró el partido y comprobó que las nuevas generaciones ya están tomando el relevo de los Djokovic, Nadal y Federer, los Tres grandes que dominaron el deporte blanco por más de 20 años. Inmediatamente después de la final masculina, la dupla mexicana de dobles mixtos integrada por Giuliana Olmos y Santiago González no pudieron hacer mucho contra sus contrincantes Jan Zielinski de Polonia y la taiwanesa Su-Wei-Hsieh. A pesar de su derrota, el haber sido finalistas en esta justa deportiva marca un hito para el deporte del país al acceder por primera vez a una final en la llamada Catedral del tenis. Más tarde se llevó a cabo el duelo de la Eurocopa entre España e Inglaterra resultando ganadora la selección hispana que se impuso a una valiente escuadra inglesa que se quedó en la rayita a pesar de haber empatado a un gol el minuto 73, para finalmente perder 2-1 al minuto 86. Al momento de escribir esta columna todavía no iniciaba la final de la Copa América entre Argentina y Colombia, pero lo que si es un hecho es que el mundo sigue fascinado por un objeto redondo llamado pelota. Un amigo muy alejado de los deportes tradicionales y más allegado a práctica de la pesca y el campismo decía no entender el grado de dominio emocional que ejerce un balón en sus más diversas acepciones. Cuando uno es aficionado a los deportes el mundo se puede paralizar. Baste ver lo que sucede entre los partidos de futbol domésticos, no hablemos de las competencias continentales como las de ayer domingo y menos del mundial de futbol, los play off del futbol americano, la serie mundial de beisbol, los grand slam de tenis, las competencias de Basquetbol o los olímpicos que son palabras mayores. Pero lo que sí puedo aseverar es que entre los deportes que más captan la atención en el mundo figuran los que están relacionados con un balón y máxime cuando se trata de competencias internacionales en donde participan todos los países del mundo como en la Copa FIFA de Futbol o los olímpicos que están a la vuelta de la esquina. No cabe duda que con o sin balón los deportes son emoción, pero tal vez no habíamos reflexionado con profundidad sobre la importancia de una pelota. Tal vez no nos habíamos dado cuenta la magia que se produce cuando empieza a rodar un balón, tal vez sea el objeto cuyo común denominador más nos une, identifica y apasiona.