Construir, lo que sea, no es fácil, pues siempre se requiere planeación, dedicación, tiempo esfuerzo y por supuesto dinero, y todo esto es mucho más criticable, para bien o para mal, cuando se trata de municipios que se transforman y brillan.
Es común escuchar como justificación en los alcaldes, la famosa “curva de aprendizaje”, y se tendrá que reconocer que tienen algo de verdad en esta excusa, sin embargo, se presume que la “bola” de asesores que cobra, y cobran bien por guiar al alcalde en turno, deberían cuidar que los nuevos planes de gobierno no se conviertan en un retroceso para la Ciudad, porque cuando esta “brilla”, como fue el caso en su momento de la Capital de Tamaulipas, y el Tampico el más reciente de los casos, los cambios, para mal, se verán de forma inmediata y las críticas y descalificaciones vendrán con la misma rapidez.
La verdad es que los presidentes municipales y asesores deberían evaluar las estrategias implementadas por sus antecesores y adoptar aquellas que permitieron precisamente avanzar en el desarrollo e imagen de la ciudad, y no llegar descalificando todo por el simple hecho de colores e ideologías.
Por ejemplo, si el programa de recolección de basura funcionaba, pues hay que dejarlo en lugar de llegar retirando contenedores, o el alumbrado público, si la estrategia de mantenimiento permitía mantener iluminado el municipio, pues hay que darle continuidad; vaya, aprovechar todo aquello que permitió tener una ciudad en forma decorosa y no llevarla a deteriorar los servicios primarios y la imagen por simple vanidad o muestra de poder.
Sin lugar a dudas que se reconoce que todos los alcaldes llegan por decisión popular, los votos, así hayan costado 500 o mil pesos la gran mayoría, es finalmente una manifestación del elector, pero ello no significa que tienen la facultad, aunque finalmente así sea, de destruir lo construido, porque finalmente todo ello se logró con el dinero del pueblo, y destruirlo costará otro tanto.
Sin embargo; la soberbia de los políticos les impide entender que el ciudadano común ya no está ciego ni sordo, y que las alternancias van a continuar, porque si bien es cierto que la reversa también es un cambio, también es cierto, que el hartazgo ya tiene límites.
Por todo esto; cabe una pregunta:
¿Es brillo de oropel, o la curva de aprendizaje, lo que está acabando con el puerto?