Libertad García Cabriales.-
Para Leonardo Lomelí Vanegas, con esperanza y buenas memorias
¿Qué representa el rector de una universidad? ¿Cómo influye en su comunidad estudiantil? ¿Por qué es importante contar con un liderazgo sólido, participativo y conectado con la sociedad en general? Esas y otras cuestiones se debatían recientemente en un foro respecto al conocimiento y las virtudes de quien dirija una universidad en cualquier parte del mundo. Debe ser un ejemplo para los jóvenes, dijo una reconocida académica: un referente de honestidad y espíritu de servicio. Una persona con vasta cultura, pero también capaz de comprender la diversidad humana, respetar la libertad, alentar la democracia, generar la movilidad social y conservar su entorno natural. Uff. Pareciera un ser de otro planeta, pero los ha habido y los hay.
En nuestro país tenemos ejemplos de rectores transformadores, quienes han construido historia con sus acciones, especialmente cuando se trata de educación pública y gratuita, sustentada con el dinero de la gente. Porque no es lo mismo ser rector en Harvard que en la UAT o en la UNAM. La educación pública en México representa un reto social enorme, puesto que forma a las mayorías, promueve el desarrollo humano, crea capacidades, construye identidades y genera bienestar colectivo. Todo eso y más confluye en una universidad pública: economía y cultura, productividad y conciencia, crítica y consensos. Por ello resulta esencial la elección de un rector universitario. Y también el seguimiento de sus acciones, la exigencia en los resultados educativos y la rendición de cuentas.
Reflexiono con ustedes lo anterior, después de una de las recientes noticias nacionales que más alegría me ha provocado en mucho tiempo. La elección de Leonardo Lomelí Vanegas, como rector de nuestra “máxima casa de estudios” en México. Y digo nuestra, porque la UNAM lleva en nombre y esencia lo nacional, en ella habita el ser diverso de la suave patria y es sin duda la institución educativa más influyente e incluyente a lo largo y ancho del país. Y digo también nuestra, porque dentro de sus políticas de federalismo educativo y gracias también a la voluntad y apoyo en nuestra Autónoma de Tamaulipas, hace más de dos décadas; tuve el enorme privilegio de estudiar Especialidad en Historia de México y Maestría en Historia con los mejores historiadores del país, inolvidables y apreciados profesores todos.
El Doctor Leonardo Lomelí Vanegas fue uno de nuestros maestros. Tuvimos la oportunidad de conocerlo en el mejor espacio para conocer a un universitario: el aula. Ahí, entre lecciones y disertaciones, pudimos constatar el valor de su conocimiento a través de una cátedra impresionante, pero especialmente conocimos su capacidad para el diálogo, su generosidad, su sensibilidad y su bonhomía. Después tuve el honor de tenerlo como lector y asesor de mi tesis de maestría y también el gusto de invitarlo, aceptando amablemente a colaborar con la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución en Tamaulipas. En ese contexto, recuerdo con especial agrado su conferencia magistral en Madero acerca del petróleo y su historia en la región. Y el gozoso recorrido por Tampico, donde Leonardo probó la deliciosa gastronomía porteña en un día de intenso calor y sabrosa convivencia.
Ahora Leonardo es el señor rector de la prestigiada Universidad Nacional Autónoma de México. He visto y leído varias de sus entrevistas y discursos que me han permitido comprobar sigue siendo el mismo hombre sensible, íntegro y muy inteligente que conocimos. Uno de los discípulos queridos del inolvidable Álvaro Matute, quien me imagino estará celebrando desde su estrella la designación hecha por la honorable Junta de Gobierno. Director de la Facultad de Economía por ocho años, Secretario General de la Universidad ocho años más, entre otros encargos; a Lomelí nadie le puede regatear experiencia y conocimiento para el honroso cargo.
Licenciado en Economía y Maestro en Historia, graduado con menciones honoríficas, cuenta también, como todo rector que se respete, con el grado de doctorado. Y para orgullo del gremio es precisamente Doctor en Historia. De su discurso de toma de protesta destaco su emoción y compromiso para reafirmar la fuerza transformadora de la educación y asumir el reto ante la gravedad de los problemas políticos, económicos, sociales y ambientales que enfrenta la humanidad. En lo personal, me encantó la sensible mención a la cultura como factor fundamental en la construcción de un mejor país y mejores personas, capaces de expresar sus emociones y preocupaciones.
No percibo demagogia en su discurso, porque sé que tiene experiencia, capacidad y las mejores intenciones para lograr mejorar los procesos académicos y administrativos de la UNAM y promover una mayor participación de la comunidad en la solución de sus problemas y los de la sociedad que habitamos. Apoyos a la investigación, a la equidad de género, a la planta docente, especialmente a los profesores de asignatura, así como al personal administrativo; son acciones medulares de su proyecto plural en rectoría. Igualmente ha planteado la necesidad de incorporar nuevas tecnologías, pero sin perder la esencia de la enseñanza: “la tecnología no suple la buena didáctica, pero sí la complementa y la potencia”.
El Doctor Lomelí es un rector a la altura de la historia universitaria. No acabaría de escribir de su pensamiento y los planes expuestos; sólo añadir que admiro profundamente el énfasis puesto en las humanidades como factores de desarrollo y cohesión, además el pensar propuestas de solución ante la difícil condición social de muchos alumnos y la salud emocional, el bienestar mental de numerosos estudiantes. Eso lo retrata de cuerpo entero. Ese es el maestro que vino alguna vez a Tamaulipas. Tengo la plena seguridad que dará su mejor esfuerzo y honrará con buenas acciones a sus buenos mentores y al lema de nuestra UNAM. Desde la heroica va un abrazo y mis mejores deseos. ¡Un Goya para Leonardo Lomelí Vanegas!