Ayer fue el Día de la Candelaria, una celebración que es un buen pretexto para festejar con los seres queridos, aunque muchas veces no sepamos que es la fiesta de la purificación de la Virgen y la presentación del niño Dios en el templo. Es también una manera de fortalecer los lazos entre amigos y familiares compartiendo tamales, uno de los símbolos identitarios de nuestra gastronomía mexicana. Ojalá esta purificación nos lleve a replantear a nivel país el rumbo de la economía y la política ante los acontecimientos recientes con el vecino país del norte. La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos ha significado la caída de un verdadero tratado de paz, amistad, confianza y comercio entre los tres países de Norteamérica que había prevalecido desde el antiguo TLC. Qué terribles consecuencias puede acarrear su llegada ante un inminente desenlace de un desplome inesperado. Casualmente, en estos días que veía el programa La Antigua Roma Grandeza y Caída del Imperio, pensé en las varias acepciones del verbo caer, casi siempre negativas, y no es para menos pues a principios de enero empezaron a suceder una serie de acontecimientos relacionados con el verbo caer, incluidos accidentes caseros de muchas amigas que derivaron en el hospital después de muchas horas en quirófano y posteriores rehabilitaciones dolorosas y prolongadas. Por otro lado, y antes de concluir el primer mes del año también nos enteramos de la dramática caída de dos aviones en el norte de Estados Unidos en los que se perdieron más de 70 vidas. Accidentes aparatosos por la forma en que se presentaron uno de un avión comercial que chocó con un helicóptero del ejército que hacía entrenamientos militares sobre el río Potomac en Washington y el otro de una ambulancia aérea en una importante zona residencial y comercial de Filadelfia donde viajaba una familia mexicana que trasladaba una paciente pediátrica. Lamentables caídas ante la numerosa pérdida de vidas humanas que cómo casi siempre ha podido prevenirse. Otra de las tremendas caídas es el del cubetazo de agua fría que ha congelado a los socios del T-MEC ante los nuevos aranceles propuestos por Trump de un escandaloso 25 por ciento. Por lo pronto, las amenazas del nuevo ocupante de la oficina oval tiene a medio planeta en ascuas ante los pronunciamientos sobre Canadá y lo bien que se vería como un integrante más de las barras y las estrellas; Groenlandia a quien pretende comprar porque según el ocupante de la Casa Blanca es tierra realmente norteamericana y a México declararlo como el país terrorista al que hay que tratar con dureza, devolverle los inmigrantes que son parte del aparato económico de aquel país y del nuestro e invadirlo si fuera necesario para exterminar a los narcotraficantes ahora considerados terroristas y enemigos del vecino del norte. Europa no lo ve con los mejores ojos, el euro y muchas monedas empiezan a temblar y el orden mundial de pronto adquiere otro rumbo ante la presencia de un mandatario medio impredecible, con ideas de grandeza peligrosas y como dijera un escritor inglés “no parece mostrar empatía por nada ni por nadie”. En la inauguración de Notre Dame se le veía fastidiado, en las entrevistas jamás esboza la más mínima intención de sonreír; pero más allá de trivialidades sobre la postura de los labios de Trump, sus propuestas han venido a romper con la dinámica basada en la promoción de los valores democráticos y de libre comercio. Aspectos fundamentales que habían caracterizado la política exterior durante décadas incluida la primera administración de Trump del 2017 al 2021 como lo expresara Sergio Castaño catedrático de la (UNIR) Universidad Internacional de la Rioja. El internacionalista hace un detallado resumen de las implicaciones de Trump ante China, Venezuela, Panamá, la Unión Europea, Oriente Medio, Rusia, Ucrania, la OTAN, los acuerdos de Paris, el Libre Comercio, su propuesta de aislacionismo apoyado por los principales magnates americanos como Elon Musk y entre lo más destacado e inminente las decisiones arancelarias contra Canadá y México, sus principales socios comerciales. Ojalá que, así como el temible verbo caer también podría tener buenas acepciones como en el caso de la Caída del Muro de Berlín, podríamos estar ante una situación inesperada con posibles alteraciones en el tablero mundial con resultados impredecibles y de no muy gratas consecuencias. Podría ser la inminente caída de todo lo hasta ahora conocido e iniciar una nueva etapa como la caída de Roma que propició el inicio de la Edad Media al establecer un nuevo orden entre el mundo clásico y el renacimiento. Hubo inventos y avances, como la adopción de la pólvora, los molinos de viento y de agua, relojes mecánicos, técnicas innovadoras de construcción y de agricultura, pero no dejó de considerarse una etapa oscura y de vasallaje. Esperemos no todo sea oscuro en la Era Trump. Llegó la hora de darle la vuelta al verbo caer para que nuestro país no caiga en la desesperanza. Las medidas para evitarlo requieren un serio replanteamiento político, económico, ideológico y social.
María José Zorrilla