Ángel Lara Martínez
¡No queremos problemas!
Así fue la expresión del fulano de apellido Vázquez}
Aquel, iba acompañado por cuatro hombres se atrevía a tocar la puerta de una familia tranquila.
La noche antes de esa mañana primero de enero ese forajido había intentado acribillar a Onésimo de León, pero su primo Pancho lo había impedido al sorprenderlo y conseguir desarmarlo.
Era esa época en la que los problemas desataban más problemas y las consecuencias sin duda eran fatales.
Los montes desérticos con aroma a gobernadora y los cerros del antiguo Cuarto Distrito se convertían en refugios de malhechores y bandidos.
Los hermanos Lara, sabían que la acción de Pancho tendría consecuencias, por ello Silvestre, Juan, Ignacio y Benito estuvieron alerta toda la noche.
Apenas había amanecido cuando Juan les dijo: ¡ahí vienen! Silvestre tomó el rifle 30 y él, sus siete milímetros; al mismo tiempo cortaron cartucho, tomaron un flanco cada uno y protegidos por los adobes de las casitas de lámina, esperaban la señal de Benito, el hermano mayor.
Éste, a paso firme avanzó hasta la puerta de acceso al solar, había fajado la 45 y mientras caminaba, con sobriedad acomodaba su sombrero.
El silencio de aquel pueblo se tornaba gris, como que anunciaba una tragedia.
Era de todos conocido, que el carácter se imponía, el valor templaba a los hombres, pero el talento los hacía líderes.
¡Venimos a arreglar!, no queremos problemas con ustedes, solo deseamos recuperar el arma que me quitaron, exclamaba el Chulo Vázquez.
A nosotros no nos gustan estas cosas, pero si nos buscan nos encuentran, respondió Benito mientras sacaba el revólver del entredicho, le retiraba las balas; la tomó por el cañón y la entregó en su mano.
Hay quienes afirman que, en aquel ejido del altiplano, pudo haber corrido sangre ese Año Nuevo.
Pero sólo Benito supo que actuó con prudencia, para que, de esa manera su familia estuviera tranquila y en paz.
Hasta la próxima.
