Alicia Caballero Galindo
Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo: Mario Benedetti
No son los años en tu vida los que cuentan, es la vida en tus años: Abraham Lincoln.
Cierto día, después de mucho pensarlo, me arrimé a la ventanilla indicada para iniciar los trámites de mi jubilación como maestra federal después de 50 años de servicio; solicité la forma para empezar el trámite y la administrativa encargada me responde con cierto aire de sorna y superioridad.
—Primero, permítame su identificación, parece que no sabe que se requiere tener sesenta años por lo menos, para poder gozar de tal privilegio.
Sin contestarle nada, le tiendo mi credencial de elector con una sonrisa, la revisa, me mira, y confirma mi edad, y, con cierta incomodidad, me tiende el primer formato a llenar. A medida que avanzaba el trámite la tensión se relajó y por fin me dijo:
—Disculpe, maestra, la verdad no representa la edad que tiene, pensé que no era tiempo para la realización del trámite.
En ese momento, “rompimos el hielo” sonreí de buena gana y comenté:
—No es una decisión sencilla cuando se ama la docencia, pero la vida tiene etapas a cumplir y con este trámite, cierro un capítulo muy querido de mi vida para mirar nuevos horizontes, también me gusta mucho la literatura y escribir es una de mis pasiones. Cuando se decide poner fin a una actividad laboral, es porque se tiene claro un previo plan en el que se va a trabajar para continuar creciendo en esta maravillosa aventura que es la vida, sin olvidar jamás que “soy maestra”. En ese momento recuerdo la primera estrofa de un poema que escribí:
“Soy maestra porque en mis venas/ circula tinta para escribir/ en la conciencia de los alumnos/ el alfabeto del buen vivir”
Continúa preguntando un tanto extrañada mi interlocutora:
—¿Pero…cómo le hace para mantenerse saludable y activa a su edad? Tengo mucho tiempo en jubilaciones y la mayoría de las personas que acuden a solicitar el trámite, se ven muy grandes y cansadas, a veces con enfermedades complicadas y sólo piensan en retirarse a descansar y a hacer lo que más les gusta.
La respuesta, para mí fue sencilla:
—He sido muy feliz realizando mi trabajo, soy maestra por amor a la docencia y al jubilarme, me retiro de las aulas, pero se abre una panorámica universal porque mi entorno, será mi campo de influencia, un maestro siempre conservará su esencia y caminará compartiendo por el camino lo que su intelecto posee. Además, con la mente abierta para aprender. Sin lugar a dudas, cuando se ve como un castigo o una obligación el “trabajo” que se desempeña, los años pesan como cadenas y llevarlas a cuesta es complicado.
Hay qué hacer lo que causa placer o aprender a encontrarlo en la actividad cotidiana, creo que es el secreto para no envejecer, tener cada día una actividad de cualquier tipo que cause satisfacción y disfrutarla.
La cronología es relativa cuando el individuo hace lo que ama o aprende a amar lo que hace. La palabra “viejo (a)” se ha usado en forma peyorativa como sinónimo de decadencia. Se puede cumplir muchos años y mantener el espíritu joven aprendiendo a paladear desde las cosas más simples, como tomar una taza de café matinal, frente al jardín, integrándose al entorno, o valorar las acciones de nuestras vidas como un aprendizaje y un trampolín para crecer. El cerebro humano, obedece los deseos del individuo; las facultades que se dejan de ejercer, se van apagando y las que se estimulan, crecen, mantienen vigente el organismo. Mientras se ejercite y cuide el cuerpo, éste responderá a los estímulos. El ser humano es una trilogía perfecta de cuerpo, alma e intelecto que deben mantenerse en constante diálogo, para conservar el equilibrio. Una de las mejores medicinas, está al alcance de todos; la actitud positiva ante las vicisitudes, mirar barreras a vencer y nunca obstáculos que detengan. Intentar ser como el agua, incontenible, siempre en busca del menor resquicio para colarse. La edad no se esconde, se presume. Nunca es tarde para empezar a saborear la vida con plenitud.
Al salir de aquella oficina, con un montón de carpetas, formatos, trámites y más, miré al cielo, sonreí, me vislumbré en un escenario distinto, y los primeros pasos, eran realizar con orden y cuidado todos los trámites. Volví la vista a mi reloj de pulso, me lo quité y lo guardé en mi bolsa. A partir de ese día, los horarios, se tornaron relativos. Sonreí y seguí mi camino, sintiéndome más ligera e ilusionada con nuevas perspectivas a explorar.