Tras el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez la mayoría de los gobernadores del país reconocieron al espurio gobierno de Victoriano Huerta, no así Venustiano Carranza, gobernador en ese entonces de su estado natal, Coahuila.
El 26 de marzo de 1913 Carranza, conocido como Varón de Cuatro Ciénegas por haber nacido en esa localidad, proclama el Plan de Guadalupe con el que desconoce el gobierno de Huerta y crea el ejército constitucionalista. Inició su revuelta contando con el apoyo de caudillos norteños como Álvaro Obregón, Pablo González y Pancho Villa. Se sucedieron una serie de batallas entre carrancistas y huertistas hasta mediados de 1914 cuando se consigue la renuncia de Huerta y su salida al exilio.
Este episodio para quienes vivimos en Nuevo Laredo es relevante. No olvidemos que como consecuencia del avance de las tropas carrancistas, los huertistas destacados en nuestra ciudad, al sentir la plaza perdida, la incendian; quemando el Palacio Municipal, la Aduana y otros importantes recintos además de domicilios particulares.
Tras la caída de Huerta, en la Convención de Aguascalientes villistas y zapatistas desconocen el liderazgo de Carranza, esto da origen a una nueva guerra entre las facciones revolucionarias. Carranza contó con el apoyo de Obregón quien derrota al centauro del norte, reduciendo significativamente el poder y la capacidad de influencia de Villa; por otra parte, en 1919 se orquesta la traición en razón de cual se asesina a Emiliano Zapata en Amecameca. Quedan así, fuera del juego ese par de oponentes.
En 1916 don Venustiano convoca a un congreso constituyente que dará lugar a la constitución del 1917, aún vigente. En mayo del mismo año de la promulgación de la constitución, asume la presidencia de la república.
En 1920, Carranza designa como su sucesor a un candidato civil, su embajador en Estados Unidos, Ignacio Bonillas, impopular entre los jefes revolucionarios; el principal de ellos, el general Álvaro Obregón, lanza su candidatura y recibe el apoyo inicial en Sonora, su estado natal, de Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles, quienes proclaman el Plan de Agua Prieta, desconociendo a Carranza.
Abandonado por la mayor parte de los militares, Carranza pretende refugiarse e instalar su gobierno en el puerto de Veracruz, emprende la expedición de la legalidad. Será asesinado por los hombres del general Rodolfo Herreros en Tlaxcalantongo, en la sierra poblana, el 21 de mayo de 1920. Sobre este particular episodio, recomiendo la lectura de La muerte de Venustiano Carranza: entre los recuerdos del porvenir y la memoria del pasado (42 líneas, 2021), de Lucrecia Solano Martino. Solano rehúye la ampulosa tentación de construir una verdad histórica y llanamente se basa en los recuerdos y testimonios de actores y testigos de lo ocurrido aquella lluviosa y fatal mañana en la que el círculo se cierra y Carranza encara su ineluctable destino.