Rogelio Rodríguez Mendoza
El fuero constitucional ha dejado de ser una garantía para la función pública y se ha convertido en un escudo de impunidad. Lo que nació como un mecanismo para evitar persecuciones políticas y garantizar la independencia de los poderes, hoy es un arma que protege a quienes han incurrido en corrupción, abuso de poder y otros delitos.
El debate sobre su eliminación ha vuelto a la mesa luego de que el vicecoordinador de Morena en la Cámara de Diputados, Alfonso Ramírez Cuéllar, presentó una iniciativa para retirarlo a legisladores, gobernantes y funcionarios públicos. Su argumento es claro: el fuero ya no protege la democracia, sino a quienes la han traicionado.
En Tamaulipas, el fuero ha sido un salvavidas para políticos señalados por delitos graves. Uno de los ejemplos más recientes es el del diputado local del PAN, Ismael García Cabeza de Vaca, investigado por presuntos actos de corrupción ligados al gobierno de su hermano, el exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca.
Al amparo de su partido, el PAN, Ismael maniobró para obtener un asiento en la legislatura del Congreso del Estado, con una obvia y evidente intención de obtener inmunidad procesal que lo proteja de eventuales procesos penales.
Este caso no es único. Basta recordar que el propio Francisco García Cabeza de Vaca utilizó su fuero como gobernador para enfrentar acusaciones de delincuencia organizada, lavado de dinero y defraudación fiscal. En 2021, cuando la Fiscalía General de la República solicitó su desafuero, la mayoría panista en el Congreso local se apresuró a blindarlo con reformas exprés.
Estos casos demuestran que el fuero ha dejado de ser una garantía legislativa y se ha convertido en un privilegio para la corrupción. Ya no protege a los políticos de persecuciones injustas, sino que les otorga la capacidad de cometer delitos con la certeza de que no serán procesados mientras ocupen un cargo público.
La eliminación del fuero no significa que los políticos queden desprotegidos ante acusaciones infundadas. Existen mecanismos legales que pueden garantizar juicios justos sin necesidad de otorgar inmunidad total. En otros países los funcionarios pueden ser procesados sin necesidad de quitarles el fuero, y eso no ha debilitado su democracia.
En México, sin embargo, el fuero ha sido utilizado como un blindaje personal. Y mientras no se elimine, seguiremos viendo casos de funcionarios que, al terminar su gestión, huyen del país o se atrincheran en el poder para evitar rendir cuentas.
El caso de Cuauhtémoc Blanco, exgobernador de Morelos y actual diputado federal, es otro ejemplo de cómo el fuero se convierte en un manto de impunidad. Ha sido señalado por presuntos nexos con el crimen organizado y hasta por una acusación de violación, pero mientras siga en el cargo, no podrá ser investigado formalmente.
Eliminar el fuero no es un capricho ni una medida populista. Es un paso necesario para restaurar la confianza en las instituciones y demostrar que la ley debe aplicarse por igual a todos. No se trata de debilitar el poder público, sino de fortalecerlo a través de la rendición de cuentas.
En Tamaulipas, el fuero ha permitido que exgobernadores, legisladores y funcionarios escapen de la justicia o pospongan sus procesos hasta que encuentran formas de negociar su impunidad. Mientras siga existiendo, los ciudadanos seguirán viendo cómo sus gobernantes se enriquecen ilícitamente sin temor a consecuencias.
La pregunta es clara: ¿por qué debemos seguir permitiendo este privilegio? La clase política tiene una deuda con la sociedad, y esa deuda no se paga con discursos ni con reformas a medias. Se paga con acciones concretas, y una de ellas es la eliminación del fuero.
Si México y Tamaulipas quieren avanzar hacia un verdadero Estado de derecho, la impunidad debe desaparecer. Y para eso, hay que empezar por desmantelar los mecanismos que la protegen. El fuero es uno de ellos.
Ha llegado el momento de preguntarnos si queremos seguir permitiendo este abuso. Porque la verdadera pregunta no es si se debe eliminar el fuero. La verdadera pregunta es: ¿por qué sigue existiendo?
ASÍ ANDAN LAS COSAS.