noviembre 21, 2024
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Rogelio Rodríguez Mendoza

Ya maduremos

septiembre 10, 2024 | 114 vistas

El ejercicio de los derechos humanos tiene sus límites. Todo derecho se encuentra sometido a una serie de restricciones o limitaciones. Vaya, no son absolutos.

Vale la precisión por la necedad, o ignorancia, de algunos líderes, o presuntos líderes, de organizaciones sociales, que en un afán protagónico son muy dados a descalificar políticas públicas, recurriendo al trillado y necio discurso de la supuesta violación de derechos humanos.

Ocurre, por ejemplo, con una reciente iniciativa de reforma a la Ley de Educación, a través de la cual el Congreso del Estado facultó a la Secretaría de Educación, para promover el uso de mochilas transparentes por parte del alumnado de educación básica.

La idea de los diputados es inhibir o desalentar la portación de drogas, armas, o cualquier objeto peligroso, por parte de los estudiantes, sin tener que someterle a revisión su mochila.

Con ello, se busca fortalecer la seguridad pública en el entorno escolar, tanto fuera como dentro de los centros educativos, algo verdaderamente valioso en estos tiempos en que la venta y consumo de drogas en las escuelas es un fenómeno que alcanza niveles alarmantes, aunque las autoridades no hablen de ello.

Sin embargo, como siempre, no faltó el dirigente oficioso, un presunto presidente de una asociación de maestros y padres de familia, que de inmediato salió a descalificar la reforma. No citaré el nombre, porque ni caso tiene.

Argumenta que la mochila transparente violentará el derecho a la intimidad de los educandos.

Y aquí es donde aplica aquello de que los derechos humanos tienen sus límites.

¿Acaso no hay otros derechos más importantes que el derecho a la intimidad? ¿No es más importante el derecho a la vida, a la salud o a la seguridad de los mismos estudiantes? Porque todos estos derechos son los que están en riesgo frente a situaciones como la venta de drogas o la presencia de armas en las escuelas.

Ese es el problema que tenemos como sociedad. Que a todo le vemos lo malo y nos cegamos ante lo bueno.

Qué prefiere usted: ¿Qué a su hijo le vean lo que lleva en su mochila o que corra el riesgo de que le vendan droga o que, en una riña, de las muchas que se dan en las escuelas, sufra algún daño, que incluso puede ser hasta fatal?

Ya es tiempo de que maduremos y dejemos de malinterpretar el tema de los derechos humanos. Entendamos que cuando hay una colisión de derechos, tenemos que inclinarnos siempre por el que más relevancia o importancia tiene.

No sé a usted, pero a mí que ni me pregunten: que le revisen la mochila y todo a mis hijos.

AL DESFILADERO.- No necesitamos esperar a que se consume la reforma judicial para ver las consecuencias e implicaciones sociales de la pérdida del sistema de pesos y contrapesos.

Basta ver las presiones y chantajes que se ejercieron sobre algunos Senadores para que votaran a favor de la reforma, para entender hacia donde nos va a conducir la monopolización del poder.

Se trata de una situación que no solo preocupa, asusta.

Hoy, que la reforma judicial todavía no es una realidad (porque entrará en vigor hasta que la mitad más uno de las legislaturas estatales la avalen y sea publicada en el Diario Oficial de la Federación) ya estamos viendo el abuso y exceso en el uso de las instituciones de procuración de justicia y del mismo INE para doblar voluntades.

Con esos indicios ya podremos anticipar lo que sucederá una vez que quede consumada.

Y vale aclarar que nuestras opiniones sobre el tema nacen de una preocupación genuina, y no en un afán de descalificar por descalificar.

Ojalá nos equivoquemos, pero vamos, como país, directos al desfiladero.

ASÍ ANDAN LAS COSAS.

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