octubre 22, 2024
Publicidad
Mauricio Zapata

Al bote

octubre 18, 2024 | 314 vistas

Recuerdo la única ocasión en que, según yo, estuve detenido… en la cárcel.

Este es el Punto por Punto versión de fin de semana. El de las anécdotas y los relatos.

Una vez, cuando era pequeño, tendría –no sé- unos cuatro años, hice un berrinche en la calle. Iba con mi mamá, que era muy práctica, entonces pasamos por una calle que vigilaba un agente de tránsito.

Para callarme, me dijo que los policías se llevaban a los niños que lloraban. Cuando vi al tipo, me callé.

Pero a partir de ahí, les tenía un pánico a los policías. Y cuando veía uno me portaba bien; era serio, y modificaba mi actitud.

Cabe señalar que fui un niño inquieto, travieso, a veces mal portado, y en alguna ocasión, hasta maldosillo.

Tiempo después, cuando tenía como ocho o nueve años fuimos a una tienda de autoservicio. Para ser exactos, a la tienda de la UNAM, que era un súper para empleados de la Universidad. Mis abuelos maternos trabajaban allí y le dieron una credencial a mi mamá para hacer el súper, que era más barato.

Algo pasó, no recuerdo bien, pero me puse a llorar. Y cuando lloraba, se caía el mundo.

Al entrar a la tienda, mi mamá me acusó con el vigilante, que tenía un uniforme tipo de policía. Pero para mí, era la policía.

Mi madre no me regañó ni me advirtió nada, simplemente me entregó con la autoridad.

-Señor policía, mire este niño, está haciendo berrinche. Recuerdo perfectamente esas palabras.

Y también recuerdo muy bien al hombre aquel, que ahora, al hacer memoria, no tenía ninguna facha de autoridad. Pero para mí en ese momento, sí.

Ese señor se encargaba de supervisar la credencial de la UNAM de los clientes, solo eso. Pero iba con pantalón café, una camisa blanca y una gorra de policía.

Era un tipo de complexión robusta. Chaparro. De bigote muy fino y delgado. Feo. Pero no se me escapa de mi mente ese hombre. Es más, si lo veo en la calle, juro que lo reconozco al hijo de su…

El hombre aquel le siguió la corriente a mi mamá. Se encaminó hacia mí con cara de enojado. Yo casi me cago del miedo (perdón por la expresión). Y cuando se acercó me dijo que lo acompañara. Me tomó de la mano y me llevó a una silla en donde él estaba.

-Aquí me lo quedo, señora. Le dijo a mi mamá.

Yo me le quedé viendo a mi madre como diciendo: “Oye, retira los cargos o mínimo mándame un abogado”. Obvio, no lo pensé con esas palabras, pero más o menos lo sentí así.

Mi mamá se metió y me dejó.

Yo sentía que estaba en una cárcel. Ya me veía con mi uniforme a rayas como en las caricaturas.

Estaba muerto de miedo.

No sabía qué futuro me deparaba. Al final de cuentas, según mi ingenuidad, ya era un presidiario.

Creo que mi mamá no tardó mucho. Habría comprado poco, pero para mí fue eterno.

Insisto: Recuerdo bien la figura del “policía” aquel. Se parecía mucho a Hoot Kloot, aquel Sherif de la caricatura de la Pantera rosa, que andaba en un caballo cojo.

El señor policía siguió con su chamba, es decir, viendo las credenciales de los clientes. Yo estaba en la silla eléctrica, esperando mi sentencia.

Caray, fueron minutos larguísimos.

Finalmente vi de lejos a mi mamá con un par de bolsas.

Fue a recogerme con el malvado policía. El hombre le dijo que ya había dejado de llorar y que me dejaba ir.

Me paré corriendo y abracé a mi mamá y nos fuimos.

En esa tienda vendían muchos productos de los Pumas, entonces cuando llegamos al carro me dio un vaso con el escudo de mi equipo como premio de consolación.

Y ese fue el único problema con la Ley que he tenido hasta entonces.

EN CINCO PALABRAS.- Aprendí la lección. No lloré.

PUNTO FINAL.- “Tu silencio me hace mucho ruido”: Cirilo Stofenmacher.

X: @Mauri_Zapata

Comentarios