diciembre 14, 2024
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Daniel Santos Flores

Al Capone y su historia a la mexicana

febrero 23, 2024 | 394 vistas

Alphonse Gabriel Capone nació un 17 de enero de 1899 en Brooklyn, conocido como Al Capone, Al Scarface Capone (apodo derivado de las cicatrices en su rostro) o simplemente Scarface, fue un gángster estadounidense destacado durante las décadas de 1920 y 1930. Durante la época de la Ley Seca, fue cofundador y líder de la mafia de Chicago.

A la edad de 26 años, Capone asumió el liderazgo de la organización, expandiendo sus operaciones con cervecerías ilegales y una red de transporte que se extendía hasta Canadá, contando con protección política y policial. Utilizó la violencia para imponer su dominio. Capone fue reconocido por su gusto por los cigarros, trajes a medida y alimentos gourmet, se destacó por sus joyas lujosas. Aunque presentaba una imagen benévola en público, en realidad solo buscaba favorecer su reputación.

Durante la Gran Depresión, Capone estableció un comedor de beneficencia que proporcionaba sopa gratuita a los desempleados y leche a los niños en las escuelas, enfocado a mostrar ante la prensa una cara de hombre benefactor, ganando reconocimiento público. Sin embargo, esta acción también atrajo la atención de las autoridades.

Las agencias federales, lideradas por Eliot Ness y su grupo denominado “Los Intocables”, intensificaron sus esfuerzos para enjuiciar a Capone. Se utilizaron tácticas legales relacionadas con impuestos sobre la renta para lograr su condena en 1931. Aunque siempre operaba con nombres ficticios, las nuevas leyes permitieron al gobierno perseguirlo por evasión de impuestos.

Finalmente, en 1931, Capone fue declarado culpable de cinco de los 23 cargos y sentenciado a once años de prisión federal. Inicialmente enviado a una prisión en Atlanta, fue trasladado a Alcatraz en 1934, donde se le vigiló estrictamente. Lo atraparon por problemas con el fisco, de los delitos de asesinato, prostitución y contrabando, logró salir bien librado.

En la política mexicana existe un personaje que al igual que Al inició muy joven, su arrojo y osadía lo llevaron a escalar rápidamente. De un puesto a otro tejió una red de complicidades y corruptelas. Aquel joven político que en alguna ocasión en sus inicios perdió una elección, llegó a ser presidente municipal, diputado local, diputado federal, funcionario federal, senador de la República, gobernador de su estado y aspiró a ser presidente de México.

Sus andanzas y el rastro criminal que ha dejado, ha sido ampliamente documentado. Desde un arresto en su juventud, desvíos millonarios en su encargo como presidente municipal, complicidades que derivaron en protección policial y política, crímenes en su paso como gobernador y muchas historias que todavía hoy nadie se atreve a contar por temor y miedo.

Infundió terror entre sus amigos, adversarios, conocidos y enemigos, los aplastó con mano dura, usando la presión y la violencia. También es conocido por su gusto de la vida de rancho, el ganado y las finas texanas que porta. El político en cuestión también utilizó a la prensa para mostrarse como un benefactor y como un hombre de buen corazón.

Ese hombre se llama Francisco G.

Tal vez, como sucedió con Capone, sus peores crímenes no servirán para encarcelarlo, pero lo que sí servirá, son los delitos financieros que cometió.

Si usted quiere ver en qué se asemeja la historia del declive de Capone con la del ex gobernador, ahí está la nueva denuncia de la FGR por delitos fiscales y la ficha roja en la Interpol que lo pone contra las cuerdas y el despojo millonario a la Universidad Autónoma de Tamaulipas que recientemente denunció el abogado general de la máxima casa de estudios. Esto solo le pone un eslabón más a la cadena que sostiene el futuro grillete que le quitará libertad.

Y como apunté… dejó de ser un activo para la alianza que encabeza Xóchitl Gálvez. Se convirtió en un ancla para Marko Cortés y su vapuleado PAN. Y el panismo tamaulipeco ha comenzado a borrar sus fotos con él.

 

REENVIADO

Tal vez el final no sea Alcatraz, pero sí será un penal de máxima seguridad.

Tal vez una enfermedad no lo volverá loco, será su propio ego el que se encargue de eso.

Por lo pronto, tal vez se sienta libre, pero está preso en una cárcel de oro.

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