Para el escrito de hoy, tienen que saber que hago muebles de madera, entonces hay días que estoy muy sucio, cuando tengo que ir a algún mandado no me molesta salir sucio, pero hay personas que se incomodan de verme así.
Uno de estos mandados fue ir al banco, iba yo sucio de chamarra, pantalones rotos y una gorra, desde que entré al banco, una persona no dejaba de mirarme, yo lo miraba de reojo, y cuando decido mirarlo de frente a los ojos, él no apartó la mirada, seguía mirándome de arriba abajo, entonces yo también pude observarlo, y él estaba en silla de ruedas, no tenía piernas.
La cuestión es ¿Qué era lo que él estaba mirando?
Lo que sea que él estuviera observando, ¿Qué conclusiones podía sacar? ¿Envidiaría que yo tengo piernas? ¿Le molestaría verme sucio?, y ahora, si yo veo que no tiene piernas ¿Tengo derecho a decirle cojo? ¿Minusválido? ¿Discapacitado?
Cito este ejemplo porque me pareció muy ilustrativo para lo que hacemos diariamente, casi momento a momento y es de lo que sueles hablar cuando estás con alguien. Hablar de los defectos del otro, y en raras ocasiones, de sus virtudes.
¿A poco no te resulta cansado estar con alguien enojado o triste? y te hace comentarios como: ¿Viste lo que hizo fulanito? ¡Qué jodida es la vida! ¡Qué torpe me vi cuando…! ¿Hasta cuándo dejarás de…? Cuando dices: Qué bello día, emites juicio, cuando dices: Qué mal me siento, emites juicio. Cuando dices: qué torpe eres, emites juicio.
En otras palabras, vivimos haciendo juicios de las apariencias. Cuando emites un juicio sobre el otro, en realidad lo estás condenando, lo estás apartando de tu consciencia, estás limitándote a no poder percibir lo que en realidad ES el otro y, por lo tanto, te estás limitando a no poder percibir lo que tú ERES.
Vivimos tan enredados con las palabras en nuestra cabeza que olvidamos vivir el mundo como ES. Ojo, se trata de percibirlo como ES, es decir: cómo lo experimentas, no cómo TE DICEN que tienes que experimentarlo.
Intenta por un minuto callar a lo que llamas pensamiento, y sentirás que te vuelves loco, pero más loco es no poder callarlo.