María José Zorrilla
Mientras hacía las compras ayer en el supermercado me tocó casualmente escuchar a una chica decirle a otra persona que parecía su mamá, “pero es que ella tiene que ceder”. Imaginé referirse a la hermana en alguna relación tal vez con su marido o con alguna situación donde le parecía que la conducta de quien hacía alusión parecía ser de intransigencia. Estamos por cerrar el año y de pronto me pregunté cuántas veces debí ceder en algo y no lo hice, o tal vez en esta otra situación no debí ceder tanto. Ceder o no ceder no parece ser una pregunta cotidiana, aunque lo vivamos más frecuentemente de lo que pensamos. En la vida siempre se presentan situaciones, desde lo más simple hasta asuntos complejos, donde se debe tomar una decisión y a veces efectuar una negociación, con la pareja, con el jefe, con el colaborador, con el hermano o con los hijos. Hasta dónde es bueno ceder, cómo y cuándo ceder o no ceder. Ceder para complacer al otro sin pensar en nuestra individualidad y hacerlo de manera repetitiva para no quedar mal, o para ser aceptado, sólo nos llevará a cargar con un saco de piedritas que algún día será demasiado pesado y nos hará explotar. No ceder en nada nos hará intransigentes, egoístas. Creer erróneamente que siempre tenemos la razón, que la otra parte debe acatar nuestros deseos y cumplir nuestros antojos, caprichos y deseos. Es todo un arte el saber cuándo sí y cuándo no o hasta dónde hacerlo. Ceder de manera equilibrada puede ayudarnos a resolver situaciones entrampadas. Ayuda a demostrar flexibilidad, capacidad de adaptación y determinación para decidir con ecuanimidad. En cuestiones menores vale la pena reflexionar con la otra parte para ceder en puntos donde el resultado de la negociación no se comprometa y haya satisfacción mutua. Pero qué sucede cuándo cedes y no te sientes nada bien, cuando comprometes tus valores, tu integridad, tu verdad. Hace algunos años pertenecí a una Asociación Civil donde la mayoría era gente muy exitosa en los negocios con capitales bastante importantes de la ciudad. Teníamos como objetivo apoyar en la seguridad, transparencia y buen gobierno de los ayuntamientos locales. En una junta de trabajo, los que tenían más fuerza en materia de capital propusieron algo que me pareció totalmente inadecuado. Con toda confianza dije no estoy de acuerdo y me opuse rotundamente a la propuesta. Al final otro de los colegas que como yo no teníamos ni el dinero ni la relevancia de los otros me dijo, cómo te atreviste a ir contra su propuesta. Le dije porque por algo nos invitaron. Si quisieran armar su grupo de ricos no tendríamos nada que hacer allí y si lo hicieron sólo para hacer la asociación más democrática pues he ahí nuestra intervención. Finalmente, no se realizó lo que propusieron, las cosas cambiaron y el grupo con el tiempo se disolvió, pero me sentí muy contenta de haber expresado mi opinión y no ceder ante la aparente fuerza del capital. Tal vez su propuesta no era mala, pero a mí no me parecía adecuada y la amistad y relación con ellos quedó intacta según me parece. No obstante, en otras circunstancias se da uno cuenta de cómo la falta de flexibilidad nos lleva a tomar decisiones de las que uno se arrepiente después. También ocurre lo contrario, cuándo cedemos de más, lo hacemos frecuentemente y nos vamos guardando ese resentimiento por no haber expresado lo que realmente sentíamos o queríamos. Ceder y crear cadenas enviciadas de relaciones puede derivar en tremendos conflictos de poder haciendo creer al otro que sus creencias, valores y costumbres definitivamente son las mejores. Hay que tener cuidado si cedemos por temores generados desde la infancia, si cedemos en extremo, si cedemos por temor al otro, por creer que nuestro bienestar depende del otro. Si cedemos para cubrir ciertas expectativas o cedemos en automático como un hábito enfermizo porque desde niños así lo hicimos para ser aceptados por los demás. Antes que concluya el año incluiré este tipo de reflexiones. No estaría de más darle una revisada y ver de qué lado de la balanza nos encontramos en la relación con el verbo ceder y hacer las modificaciones necesarias para incluirlas en la lista de deseos para el 2025.