noviembre 21, 2024
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Alicia Caballero Galindo

Desdoblamiento

enero 11, 2024 | 375 vistas

Alicia Caballero Galindo

 

¡Esa música! ¡Paren esa música que me enloquece! Tapo mis oídos para no escucharla, sin embargo, se cuela entre mis dedos y siguen torturando mi mente esas notas, pienso en arabesques, cambré, fueté. Volar por los aires en triples giros¡, jamás volveré a hacerlo! después de aquel día, ya nada es igual. El mundo perdió su color y la vida es para mí en blanco y negro, más negro que blanco. ¡Odio estas malditas correas que sostienen mi pierna derecha! Un día las quemaré para no verlas nunca más.

¿Por qué tenía que estar mi casa, justamente a lado de la academia de ballet?  ¡Me molestan esas risas! ¡Me hieren! Punzan en mi cabeza. Un triple giro era para mí cosa de juego. Una y otra vez retumba en mi cabeza la voz imperiosa de mi madre: “no te subas a ese caballo, es muy brioso, te puede tirar” y yo, creyéndome dueña del mundo, pensé, “soy ágil, si me tira, sencillamente volaré como en el escenario.” No imaginé que aquel animal caería sobre mi pierna y la rompiera. Nunca más podré bailar como hace apenas unos meses. La semana pasada cumplí dieciocho años y ya me siento anciana, los contrastes son brutales de “prima ballerina” a “la pobre inválida”. La gente es curiosa; Arlette me odiaba; secretamente deseaba ocupar mi lugar en el grupo, hoy, gracias a mi tontería, realizó su sueño. Cuando me visita, adivino tras su sonrisa, esa sensación de triunfo que la invade.  Transforma su gesto falsamente en una mueca compasiva que solo ella y yo entendemos. La gente es extraña ¡y cruel!

A veces quisiera huir para siempre de esta situación que no soporto, prefiero el odio, porque es producto de la envidia cuando eso ocurre, ese sentimiento despierta en quien es odiado una sensación de triunfo y superioridad que mantiene al sujeto alerta, en la competencia. ¡No quiero que nadie me compadezca! aunque yo, secretamente me compadezco. No puedo regresar el tiempo. Lo mejor sería desaparecer ¿Y por qué no?

Voy a salir un rato para romper este círculo vicioso, aún puedo valerme por mí misma, quiero respirar el aire fuera de la casa, donde no escuche la música de la academia.

Como no hay nadie en casa a estas horas, puedo salir tranquilamente sin escuchar la letanía de mi madre: “¿a dónde vas? ¡ten cuidado! ¡no tardes mucho!  ¡llévate tu celular!”, ¡basta! El aire fresco de la tarde despejará mi mente un poco, caminaré hasta la plaza y me sentaré un rato frente a la fuente, a estas horas no me encontraré a nadie conocido, pero ¡esta pierna! Mejor subiré a la azotea de la casa, desde aquí no será difícil llegar, la escalera es cómoda y sobre todo ahí nadie me verá y me sentiré libre.

Subo con cierta dificultad y me canso, el premio es una vista inmejorable de la plaza cercana ¡qué bien se ve de aquí la arboleda! Vale la pena el esfuerzo. Ya no se escucha la música cerca ¿y si me atreviera a saltar al vacío? Sería un momento de gloria, la sensación de volar y después ¡nada! En un solo golpe todo acabaría, voy a acercarme a la cornisa y lo haré. ¡esa es la solución! Volar por los aires por última vez y morir, ¡voy a hacerlo! Mi corazón se acelera. Camino hasta la cornisa y…

—¿Quién eres tú?  ¡No puede ser! También tienes quebrada la pierna derecha

—Sí, y no podrás impedirme que salte ¡vete de aquí!

—Vete tú, ¡ésta es mi casa!

Está en MI azotea, además trae mi sudadera puesta, me habla de espaldas, ¡no le veo el rostro!, y me habla en tono airado.

—Te digo que te vayas, yo sí saltaré y no podrás impedirlo, no tengo pierdo nada, además sentiré placer en el vuelo antes de caer. Un golpe que no sentiré y todo termina, así de fácil. Tú nunca te atreverías a hacerlo.

Estoy llena de rabia, ¿quién se atreve a hablarme así en mi propia casa? Me acerco hasta ella e intento voltearla para verle el rostro. Me quedo estupefacta al ver que… es mi propia cara, es “mi otro yo” pareciera que me miro en un espejo ¡y todavía me sonríe!

—Sí soy yo, y me atreveré a saltar, no como tú, dices que te compadeces, pero no haces nada al respecto, sólo lloras y sufres, ven, atrévete, llegó el momento, saltaremos juntas, y ya.

Me toma de las manos y me arrastra peligrosamente a la orilla de la cornisa, nos tambaleamos, ¡no quiero morir!

—¡No me jales, espera! Yo no quiero saltar.

—Entonces qué haces aquí, no puedes engañarme recuerda,   recuerda por qué subiste, no me decepciones, atrévete, ¡ven conmigo!

En el forcejeo pierdo pisada y caigo sin remedio con mi otro “yo” que se ríe a carcajadas y me ve con aire de triunfo…

—Eso querías, pero tuve qué empujarte, tú no te atreviste

¡Noooo! Voy cayendo en el vacío y no es como volar, no me quiero morir ¡mentira!   ¡Quiero vivir! Deseo luchar por adaptarme a la vida, así como estoy, pero voy cayendo al vacío, pasa por mi mente en un segundo toda mi vida, y ya no hay remedio. ¡Nooooo!

El piso está a milímetros de mi cuerpo, en unos segundos más todo habrá terminado, me equivoqué, no quería morir…

¿Qué pasa? Siento la pierna dormida, no puede ser… me quedé dormida en el reposet. Entonces, ¿todo fue un sueño?, un desdoblamiento, o realmente ocurrió. La verdad no sé ni me importa, de lo que estoy segura es que recuperaré el movimiento normal de mi pierna, apenas tengo dieciocho años y mucho qué hacer.

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