Lo que hoy quiero contarte se ha escrito muchas veces, se encuentra en películas, canciones, y en muchos aspectos de la vida social del humano; y no es para menos, el ego merece mucha atención o, al menos, eso es lo que parece.
Te lo contaré con dos películas de caricatura que he visto que me fascinaron: “El jefe en pañales”, y “El jefe en pañales en Navidad”.
La versión navideña explica más brevemente la idea del ego: cuando es Navidad, los duendes elfos trabajan duramente para hacer todos los juguetes que Santa Claus va a repartir por todo el mundo. Los elfos son felices, se sienten dignos y amados por saber que son parte de la Navidad, y de poder dar al mundo lo que ellos saben hacer; es todo, sólo por eso trabajan. Hasta que un día llegó por accidente el “jefe en pañales” y él, todo un capitalista, comenzó a realizar observaciones sobre el ambiente laboral. Poco a poco comenzó a meter ideas en los elfos, ideas como el “reconocimiento social”, “derechos laborales”, “división organizacional”, entre otras… hasta el punto en que los elfos “sintieron” que su trabajo no era reconocido y no gozaban con las utilidades suficientes que su trabajo les generaba, su indignación creció tanto que hicieron una huelga, dejaron de hacer juguetes y Santa Claus renunció.
Te hablaré de la película que también me pareció muy ilustrativa: “jefe en pañales”. A la vida de un niño de siete años llega un bebé que en realidad es miembro de una sociedad secreta de bebés que tiene la misión de incrementar el amor por los bebés. Este evento rompe con la vida del niño porque roba la atención de los padres, asume que el bebé está saboteando ese amor, hasta el punto de ruptura de la relación, porque los objetivos del niño son unos y del bebé, son otros.
El niño quiere todo el amor de sus padres y el bebé quiere ser el jefe de la sociedad secreta. Llegan a un punto donde el bebé y el niño se ponen de acuerdo para salvar a la sociedad secreta, con la condición de que, al finalizar, el bebé se irá de la casa. Así fue, logran salvar a la sociedad secreta y se separan para cumplir cada quien su objetivo personal: Uno logra tener el amor de sus padres y el otro logra ser el jefe de la empresa, pero cuando por fin logran sus objetivos personales, emerge un vacío en su interior. Se dan cuenta de que el amor que había entre los dos era más importante que el objetivo individual.
Así de sencillo funciona el Ego.
Renunciamos a ser esos Elfos alegres, que por el simple hecho de sentirse parte de la navidad éramos felices, y lo cambiamos por un montón de patrañas. ¿Acaso no sientes como si trabajaras para alguien más? ¿No sientes que se te va la vida en exigencias que no tienen fundamento? Cuando piensas en el “qué dirán”, en realidad piensas ¿Qué diré de mí? Cuando en tu interior emerja algo, una chispa que te haga vislumbrar ese conflicto, siéntete bendecido y no des marcha atrás; lucha, que no estás solo, ya te he dado la dirección, solo necesito de tu empuje.
Aún no sé en qué momento de la historia de la humanidad le dimos la espalda al amor del Padre. María Rilke lo dice muy hermoso: Cuando sientas que Dios te ha abandonado, pregúntate: ¿Acaso no eres tú el que abandonó a Dios?