Hoy hablaré de alguien muy especial, de quien es nuestra máxima autoridad si de la iglesia hablamos y a quien el papa Francisco nombró como nuestro Obispo, Monseñor Oscar Efraín Tamez Villarreal, un Obispo muy joven de y quien precisamente nace un 4 de septiembre de 1973, así que si lo ven no dejen de felicitarlo porque ayer llegó a sus 50 años de vida.
Originario de Allende, Nuevo León, él es ya un victorense de corazón, porque cumplirá dos años de su llegada a nuestra capital, y algo que sé que siempre permanecerá grabado en mí, fue la oportunidad, de realizarle una entrevista, que recordaremos como la primera que otorgó en Victoria y la cual preferí que fuera hogareña, para lograr un mayor y cálido acercamiento que le permitiera a todos los feligreses conocer a detalle quién es Oscar Efraín Tamez Villarreal.
Como una persona creyente, me atrevo a decir que todas y cada una de las palabras que mencionó hace ya casi dos años, con el paso de los días, semanas y meses se convirtieron en hechos que han transformado a nuestra comunidad eclesiástica, tal y como se lo propuso: conocer muy de cerca a todas y cada una de las parroquias, y es fecha que ya las recorrió de nuevo una y otra vez y no solo eso, sino de la mejor manera, mostrando siempre un rostro de calidez, protección, humildad y sobre todo de amor, tal y como lo haría nuestro Señor Padre. A este punto quiero llegar, a la manera de hacer las cosas, esa manera que hace que los demás quieran hacer lo mismo, ese ejemplo que arrastra.
Dentro de mucha platica que se dio aquel día antes de la entrevista, le comenté que, por motivos de pandemia habíamos postergado el bautizo de mi hijo menor, David Basilio, a lo cual respondió de manera pronta afirmando que el día que lo realizáramos él mismo quería oficiar la ceremonia, ante su respuesta me sentí llena de gozo, les estoy hablando del año antepasado a mediados de noviembre.
Ya en el 2022 empezando con todos los preparativos, dado que la pandemia ya nos permitía convivir un poco más, sentimos que era el momento idóneo para realizar el bautizo ya con toda nuestra familia, tal y como queríamos hacerlo, así que le compartí que ya teníamos fecha separada a lo cual responde “ahí estaré tal y como les había prometido”.
En resumen, días antes del evento, como suele pasar cuando se organiza algo así, que se nos cae el mundo, el lugar que separamos era al aire libre y la probabilidad de lluvia era enorme, toda nuestra familia estaba invitada, a pesar de todo, me detuve a pensar lo mucho que hemos pedido por la lluvia, así que mejor optamos por encomendarnos a Dios pidiéndole que aun con lluvia todo saliera bien.
Pues se llegó el día, era un 3 de septiembre hace exactamente un año, eran las 5:40 de la tarde e íbamos rumbo a la parroquia de San Agustín y en eso que comienza no una lluvia, un diluvio tan fuerte que ni nos era posible ver a través del parabrisas; si nos bajábamos del carro entraríamos a la iglesia todos empapados así que esperamos dentro por si cedía el agua, en eso escuché mi celular, jamás pensé que fuera el Obispo y mucho menos escuchar que acababa de caerse, entonces ahí sí que se nos cayó el mundo.
No saben la preocupación que sentí, queríamos correr a buscarlo para ayudarlo, le rogué que no se preocupara, que ya éramos tan afortunados por el simple hecho de contar con su presencia, pero el insistió en el hecho de tener que cambiarse y en no querer oficiar de esa forma, yo me imaginaba cualquier mancha de agua o tierra, pero no, lamentablemente fue una caída que le provocó que toda su vestidura se viera afectada pero eso no fue lo grave, lo grave fue que al caer se lastimó también.
A que quiero llegar con todo esto, a que aquí lo fácil y lo rápido era, pedir una disculpa, cancelar su presencia, optar por buscar otro padre pero sucedió todo lo contrario, en cuestión de minutos sin tener que pedírselo, porque él sabe que le rogué que ya no se preocupara por el bautizo, regreso hasta su domicilio, cambio su vestimenta, hizo de nuevo todo el trayecto, volvió a acceder a la iglesia y relizó la ceremonia ¡como si nada!!
Dándonos a todos un gran ejemplo de fortaleza, de perfección, de tesón y sobre todo de compromiso tanto con su autoridad que es Dios como con la personita que iba a convertirse de manera oficial en hijo de Dios, mi hijo menor.
¿Porque les comparto esta anécdota? Porque es algo real, es algo de lo cual todos podemos aprender y es algo que definitivamente veo como un ejemplo a seguir, un ejemplo que nos debe arrastrar a no decaer, en este caso fue literal, el Obispo tuvo esta lamentable caída pero en ese momento el prefirió con todo y el dolor de su accidente, seguir, cumplir y créanme que no fue una ceremonia rápida al contrario nos tenía a todos con la boca abierta ante cada una de sus bellas palabras durante el sacramento de bautizo y su actitud ni se diga, la mejor dadas las circunstancias inesperadas que estaba viviendo. El mérito no está en no caerse nunca, sino en levantarse después de cada caída ¡tal y como él lo hizo ese día! Desde aquí las gracias infinitas a nuestro querido Obispo por ser como es, definitivamente no podemos tener un Obispo mejor, tan genuino, generoso, bondadoso, jovial, entusiasta, por lo general se felicita al cumpleañero pero desde aquí también hago extensiva la felicitación a sus padres, Don José Efraín y María Guadalupe por haber traído al mundo a un ángel que ahora bendice nuestras tierras.