Desde hace algunas semanas, patrullas de la Guardia Estatal, División Tránsito, vigilan las carreteras estatales.
Lo hacen amparadas en un decreto legislativo expedido por el Congreso del Estado, el cual le dio vida a la nueva corporación estatal.
La verdad, en el papel la intención luce bien y prometedora. Si los guardias estatales se dedican a ejercer su nueva tarea, que es vigilar y sancionar a quienes infringen la ley de vialidad, qué bueno, porque hay un desorden total en las carreteras.
Por ejemplo, en Victoria, la llamada carretera Interejidal, que conecta a una docena de ejidos con la Capital del estado, está inundada a diario de conductores alcoholizados.
Como no existía quien intimidara o sancionara, abundaban los automovilistas que convertían sus unidades en cantinas ambulantes, con todo lo que eso implicaba.
Por eso la alta incidencia de accidentes, muchos de ellos fatales, en esa vía de circulación.
Hoy, sin embargo, la situación es diferente. Desde que la Guardia Estatal, División Tránsito, ejerce sus facultades, los percances automovilísticos se han reducido al mínimo.
Lo mismo sucede en otras de las carreteras estatales.
Es algo que merece aplaudirse. Hay que reconocerle el mérito a los diputados que impulsaron la reforma y a todos aquellos que la aprobaron.
Sin embargo, ojalá que haya, desde la Secretaría de Seguridad Pública, un control enérgico sobre el personal que conforma la nueva Policía de Tránsito.
Que ante los primeros casos de corrupción que se denuncien o detecten, el castigo sea ejemplar. Será la única forma de evitar que la nueva corporación se autodestruya.
Porque ese es el problema de las policías y las instituciones de seguridad pública y justicia: una vez que la corrupción las contamina no hay forma de salvarlas. Es como un cáncer.
De ahí la importancia que se cuide a la nueva policía vial. Hasta el momento, ya con varias semanas en operación, no hay denuncias todavía de conductores que se duelan de una extorsión.
Sin embargo, inevitablemente las habrá, pero será ahí cuando la secretaría de Seguridad Pública tendrá que hacer lo suyo, que es ser severos en la sanción.
Insisto: es la única forma de impedir echar a la basura un proyecto que está dando resultados.
EL RESTO
“POR TRANSFERENCIA”.- Por cierto, la corrupción en las policías de Tránsito municipales es tan abierta y descarada, que los oficiales se dan el lujo de aceptar “mordidas” por transferencia.
Y no se crea que eso ocurre en un solo municipio. Sucede en la mayoría, sobre todo en los más poblados.
Eso demuestra que los agentes de Tránsito no temen a las consecuencias, porque no les importa dejar evidencia del acto de corrupción.
Abundan los testimonios de conductores sorprendidos en estado de ebriedad que, ante la falta de efectivo para pagar el soborno, han sido invitados a realizar una transferencia.
Lamentable el grado al que ha llegado en las corporaciones de vialidad, pero más lamentable que no haya quien ponga orden.
MISTERIO EN LA ASE.- Algo de mucho peso deben estarse “cocinando” desde la Auditoría Superior del Estado.
Solo eso explica una circular que prohíbe a todo el personal el uso de celulares durante su horario de trabajo.
Al parecer hay temor de que se filtre información sobre algunas indagatorias sobre algunos exfuncionarios públicos que se despacharon con la cuchara grande en el manejo del presupuesto.
La verdad, hay mucha justificación de la medida porque el cabecismo dejó incrustados a muchos de los suyos en la ASE, los cuales aún le guardan fidelidad.
ASI ANDAN LAS COSAS.