Tomo un gusano viscoso y gelatinoso del suelo, de esos que Pumba, en el Rey León, decía “viscosos pero sabrosos”. Tal vez para un jabalí flatulento se antoje sabroso, pero para ti, el solo verlo te produce náuseas.
Te ofrezco cierta cantidad de dinero si te lo comes. ¿Qué dices? ¿Te animas? Ándale, ¿qué tan mal puede saber? Te resistes firmemente y me respondes que por nada del mundo harías algo tan asqueroso.
Entiendo que esa sería la reacción de cualquier persona, excepto tal vez alguien con espíritu de jabalí y habilidades sobresalientes para la emisión de flatulencias.
Sin embargo, en otro contexto de cosas, muchas de esas personas que se resistirían a hacer lo que pedía antes, hacen algo equivalente.
Seguramente han escuchado esa cancioncilla que dice: “Nadie me quiere, todos me odian, mejor me como un gusanito”.
Bueno, pues a eso me refiero. Aunque la canción se dice en juego, hay personas que realmente viven con un sentimiento así, de que nadie los quiere, de que todos están en contra de ellos, de que no valen tanto como los demás y por eso son despreciados, de que su vida es una “porca” miseria (permitiéndome el uso del término en italiano por sonar más descriptivo, a mi parecer).
Si tú vives sintiéndote así, déjame decirte que hay varios gusanos, como dice la canción, que te estás tragando (otro término más descriptivo que “comiendo”, dado el contexto del que hablamos).
Te estás tragando el gusano de una autoestima hecha polvo. El albergar ese tipo de sentimientos daña tu percepción de valor propio. Mucho mejor sería que mantuvieras la actitud de los que dicen “pues tal vez no seré gran cosa, pero soy todo lo que tengo”. Y entender que con eso que tienes es suficiente para impactar positivamente tu entorno.
Te estás tragando el gusano del resentimiento. Vivir con una mentalidad “todos me odian” definitivamente amarga el corazón y afecta negativamente nuestras relaciones con los demás.
Y te estás tragando el asqueroso gusano del victimismo, de ir por la vida sintiéndote una pobrecita víctima al que todos vejan y maltratan. Esto por mencionar solo tres de los muchos gusanos que genera esa tóxica mentalidad.
La cancioncilla sigue diciendo “le quito la cabeza, le saco lo de adentro y mmhhh… qué rico gusanito”. Cuando te habitúas a pensar y sentirte así, llega el momento en que hasta parece que disfrutas tragarte esos gusanos. Tal vez sea que pienses que con esa actitud vas a despertar la compasión y la lástima de los demás para que empiecen a quererte, idea por demás ridícula e improbable. La lástima, si le quitas el acento, dice lastima. La lástima lastima. No esperes crear relaciones sanas basado en ese sentimiento.
Ahora bien, no descarto que efectivamente pueda haber personas de las que recibas un trato desagradable. Al respecto, hay una cosa que te recomiendo tener presente.
Llegó un perro a una casa, entró, vio una escalera que llevaba al segundo piso y la subió. Al llegar a la planta alta, vio otros perros que estaban ahí. Este perro se puso a la defensiva y los demás perros hicieron lo mismo. Les enseñó los dientes gruñendo y recibió la misma respuesta. Les ladró con furia y todos los demás le ladraron igual. Salió rápidamente de ahí pensando “qué lugar tan horrible, nunca volveré”. Poco después llegó otro perrito, entró a la misma casa, subió por la escalera y se topó con los otros perros. El perrito meneó la cola alegremente y los demás hicieron lo mismo. Les lanzó un alegre ladrido y los demás le devolvieron la misma alegre respuesta. Salió de ahí pensando “qué lugar tan hermoso, voy a regresar más seguido”. Afuera de la casa había un letrero que decía “La casa de los 100 espejos”. Los demás son solamente espejos de ti, por lo que, si no te gustan las actitudes que los demás te muestran, pon atención a las actitudes que tú proyectas.
Así que deja ya de acariciar esos nocivos pensamientos de que todo el mundo está en contra tuyo. No te dejan nada bueno y, al contrario, te lastiman bastante. Ciertamente, no somos monedita de oro para caerles bien a todos, pero de ahí a pensar que todo el mundo está en tu contra, hay mucha diferencia. Deja de comerte esos gusanos, y abandona cuanto antes ese hábito, pues en el primer escenario que describí, al menos yo te ofrecía dinero para que te los comieras. En el otro escenario, te los estás tragando gratis. Ahí tú decides hasta cuándo.
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