Rogelio Rodríguez Mendoza
El pasado domingo, los diputados que integran la 65 Legislatura del Congreso del Estado pusieron fin a su último periodo ordinario de sesiones, aunque su calidad de legisladores seguirá vigente hasta el 30 de septiembre próximo
Lo anterior significa que, aunque de forma ordinaria ya no sesionarán, si lo podrán hacer de manera extraordinaria, como sucederá el próximo domingo en la cabecera municipal de Padilla, para celebrar el bicentenario del primer congreso constituyente de Tamaulipas.
El punto es que, los 36 diputados van prácticamente de salida y por lo tanto es momento oportuno para hacer un análisis de lo que ha sido la 65 Legislatura local.
Ayer, durante la mesa de análisis de los lunes, organizada por Organización Radiofónica Tamaulipeca (ORT), y en la que participo desde hace varios años, me preguntaron al respecto.
¿Cómo califican la legislatura? fue la pregunta de apertura.
En lo personal, me parece que ésta ha sido la legislatura más escandalosa del Congreso del Estado. Su característica principal fue la belicosidad, sobre todo por parte de los grupos parlamentarios de Morena y el PAN, lo que dio origen a sesiones de verdadera pena, donde en lugar del diálogo y el debate, sustentado en argumentos sólidos, prevaleció el uso exagerado del insulto.
Hubo plenarias donde los diputados y diputadas, de una y otra bancada, estuvieron a punto de llegar a los golpes, convirtiendo al recinto legislativo en un espectáculo de verdadera vergüenza.
Es un hecho que esa rijosidad se originó por la integración de la legislatura, en la que no hubo una bancada con mayoría calificada, necesaria para sacar adelante los asuntos de interés del Poder Ejecutivo.
Desde luego influyó la injerencia que tuvo el cabecismo en el grupo parlamentario del PAN, cuyos diputados obedecieron siempre a las órdenes del exgobernador, Francisco García Cabeza de Vaca, quien, perversamente, los usó para obstaculizar el inicio de la administración del doctor, Américo Villarreal Anaya.
Será, además, la legislatura que más iniciativas ingresó a tribuna, con la precisión de que muchas de ellas son inservibles porque no generan ningún beneficio real para la sociedad.
Con ello queda demostrado, una vez más, que los diputados siguen confundiendo calidad con cantidad. Nunca entendieron que no es más productivo el que más iniciativas presenta sino el que presenta las mejores.
Todo ello implicó un despilfarro de recursos porque, aunque las iniciativas sean ocurrencias, el proceso legislativo se tiene que agotar para dictaminarlas y declararlas improcedentes, lo que significa gasto inútil para el erario público.
Otra característica distintiva de la 65 Legislatura fue su impuntualidad. Había tenido el Congreso legislaturas impuntuales, pero esta se quedará con el “galardón” del primer lugar.
Se convirtió en una costumbre iniciar las sesiones ordinarias con dos y hasta tres horas de retraso, la mayoría de las veces sin razón válida, en lo que constituyó una falta de respeto recurrente para el ciudadano que, por una u otra razón, estaba interesado en alguno de los asuntos agendados.
Un buen número de diputados de la bancada de Morena van a repetir en la 66 Legislatura que inicia el uno de octubre, y es muy probable que uno de ellos vaya a ser el presidente de la Junta de Gobierno, por lo que esperamos que hayan aprendido de la experiencia de estos últimos tres años, y que hagan lo necesario para mejorar su desempeño y no seguir repitiendo los mismos vicios y yerros cometidos.
Deben tener claro que, no se necesita el insulto o el agravio al compañero para defender o argumentar una iniciativa o tema en la tribuna. Se requiere inteligencia. Solo eso.
¿O no?
ASÍ ANDAN LAS COSAS.