Rogelio Rodríguez Mendoza.-
“Tamaulipas será ejemplo nacional en el sector salud”, prometió el gobernador, Américo Villarreal Anaya, este viernes reciente en su visita al Hospital General de Ciudad Victoria, su “casa” laboral.
“Seremos ejemplo con mejor infraestructura, abasto de medicamentos, seguridad laboral y un trato humanista en la atención médica a los pacientes”, abundó el mandatario en su recorrido por el emblemático nosocomio capitalino.
Ojalá y así sea. Esperemos que la herencia de su gobierno, su megaobra, sea precisamente esa: un sistema de salud digno, de calidad. Ese es un reclamo generalizado de la sociedad.
Y es que, los tamaulipecos llevamos muchos años padeciendo uno de los peores sistemas de salud del país.
La situación se agravó, a nivel de crisis, con el gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca, porque los rezagos y deficiencias se acrecentaron groseramente por dos razones: una, la principal, por la enorme y escandalosa corrupción que imperó en la secretaría de Salud; y dos, por el pleito en el que se enfrascó Cabeza de Vaca con el presidente, Andrés Manuel López Obrador.
En ambos casos, los ciudadanos terminamos pagando las consecuencias porque el sistema de salud estatal quedó prácticamente en ruinas, al grado de que, no es exageración decir que hoy da miedo entrar a los hospitales que dependen del gobierno.
El robadero del dinero público desde Salud y el regateo de los apoyos federales al sector, hundió al sistema hospitalario de Tamaulipas.
El Hospital General de Ciudad Victoria es referente de ese desastre. No es solamente la deficiente calidad de la atención que recibe el paciente lo que asusta. Igual intimida la pésima condición en que se encuentran toda la infraestructura y el equipo médico.
El laboratorio de análisis clínicos funciona de milagro. La farmacia está prácticamente vacía, por lo que los derechohabientes se ven obligados a comprar sus propios medicamentos.
Por todo ello es que, la promesa del gobernador alcanza mayor relevancia. La salud y la justicia son los dos rubros que más importan a cualquier sociedad y por lo tanto deberían ser prioridad de todo gobierno. Ojalá que con Américo lo sea.
Una ventaja invaluable es la profesión de médico del mandatario tamaulipeco, y sobre todo el hecho de que la mayor parte de su ejercicio laboral ha sido desde el servicio público. Eso le permite tener una radiografía perfecta del desahucio en que se encuentra el sistema de salud estatal y seguramente le permite también tener la cura.
EL RESTO.
OLGA, LA CANDIDATA.- Una reciente encuesta de EC Research revela dos verdades contundentes: una, Olga Sosa Ruiz, la secretaria del Trabajo, está colocada en la punta de las preferencias electorales como precandidata al Senado; y dos, la reynosense, Maki Esther Ortiz Domínguez, está reprobada por la sociedad.
Suman ocho los competidores por la candidatura de Morena, y de las cuatro mujeres que participan, la exdiputada federal tampiqueña es la mejor posicionada con el 14.6 por ciento de apoyo.
Doña Maki se quedó rezagada 2.5 puntos abajo. Y seguramente seguirá en picada. Es normal. Por más que lo ha intentado no ha podido sacudirse su pasado y presente panista.
Ni adentro ni afuera de Morena confían en ella. Su historia ha estado envuelta en traiciones. La militancia guinda la considera una advenediza que tuvo cabida en Morena por conveniencias pasadas. Donde quiera que se para divide.
Mientras tanto, Sosa juega un importante papel en lo federal y en lo local desde su posición como Secretaria del Trabajo. Es conciliadora.
De ahí el resultado de las encuestas.
ASI ANDAN LAS COSAS.