mayo 3, 2024
Publicidad
Alicia Caballero Galindo

Laberinto

abril 4, 2024 | 156 vistas

Estoy despierta en la oscuridad de mi alcoba, siento la noche pegajosa, que se adhiere a mi piel y por más que quiero deshacerme de esa sensación, sólo logro sentirme más atrapada, siento que cada vez que me muevo en mi lecho, los hilos impertinentes me envuelven cada vez más. No puedo escapar de ellos y me lastiman. Una y otra vez acuden a mi mente, los momentos de aquel día en que, después de más de diez años de servicio eficiente y honesto, sin consideración alguna me despidieron sin un motivo. Llegué a esa empresa al terminar mi carrera, llena de ilusiones y deseos de brillar y hacer las cosas bien, di lo mejor y no fue válido a la hora que decidieron desocuparme. No me di cuenta, en qué momento empezaron a exigirme dar cada vez más de mí y yo, gustosa, me esforzaba por lograrlo. Un buen día, cuando me sentía triunfadora por ser capaz de vencer retos cada vez mayores, decidieron que mis servicios no eran ya requeridos. Sentí morir de decepción, de angustia. Dediqué mi tiempo y mis conocimientos a una empresa que me estaba desechando sin razón alguna a pesar de mi desempeño eficiente. Mi cabeza era un caos, el vacío y la incertidumbre me atraparon como un vendaval llenando mi mente de preguntas sin respuesta. ¿qué voy a hacer ahora?, todo mi tiempo lo he dedicado e ellos y así con la mano en la cintura me hacen un lado con una sonrisa. Me siento vacía, que he fracasado porque nada de lo que hice fue suficiente para que apreciaran mi entrega al trabajo.

Es de madrugada y yo sigo aquí sin dormir revolcándome en esa maraña de pensamientos, cada uno de los sonidos familiares, que he escuchado por muchos años, hoy, me parecen terroríficos, hasta creo escuchar el silencioso aleteo de los búhos que cazan durante la noche. No puedo conciliar el sueño, no puedo creer lo que me está pasando. Y ahora, ¿qué voy a hacer con mi vida? Me siento utilizada como un recipiente desechable. Es paradójico, espero la luz del día inconscientemente para prepararme y asistir a un trabajo ¡que ya no existe para mí! Tontamente llegué a pensar que, sin mí, las cocas no irán bien porque requieren de mi competencia profesional. Hasta tuve la estúpida idea, ayer en la mañana, de asomarme de lejos a mi antigua oficina que daba a la calle, y llegué a pensar que haría falta mi presencia. La decepción fue inmediata, una secretaria del jefe, muy cercana a él, ocupaba mi lugar y ambos estaban compartiendo en ese momento, una taza de café, mientras sonreían radiantes y felices. De mí, ni siquiera deben acordase mientras yo, me retuerzo de dolor, impotencia. En ese momento, recordé una trillada frase de mi madre: “Nadie es indispensable en esta vida. Hasta los padres pueden sustituirse en casos fortuitos”.

Sigo perdida en un laberinto de pensamientos negativos de lo que no encuentro la salida.

Ese trabajo era mi vida y estoy desesperada. Quisiera morirme para huir de esta decepción que llena mi alma, y toda mi vida.

Poco a poco me estoy quedando aletargada por el dolor, el cansancio, y en mi mente, se mezclan las caras de felicidad de quien ocupa mi lugar y el villano que me despidió sin ninguna consideración. Siento que toco fondo y no quiero vivir. No supe en qué momento me quedé dormida y al sentir el sol en mi rostro, desperté e inconscientemente, tuve la intención de arreglarme para no llegar tarde a… ¿a dónde? De nuevo sentí la loza de mis pensamientos, me senté en la cama y sentí que no tenía sentido seguir. Toqué fondo suspiré profundamente y pensé: si estoy en el fondo, solo queda una solución, levantarme y luchar. Basta de compadecerme, basta de lamentaciones, estoy viva. Escucho a los cenzontles cantar en las ramas más altas de los árboles, es primavera y soy capaz de crecer. No esperaré soluciones mágicas, dentro de mí existe la fuerza para escalar otras cumbres. Mi intelecto es fuerte y mi espíritu grande. Jamás esperaré nada de nadie, la autocompasión es el mayor enemigo del crecimiento personal. Me levanté, me miré al espejo y me dije a mí misma:

La vida fluye en mi cuerpo, soy un milagro viviente y puedo encontrar otros caminos. ¿Que me siento sola? Sí, pero soy dueña de mis pensamientos, poseo libre albedrío y aprenderé a saltar sobre las piedras que el camino me presente. Me probaré que quiero, puedo y logro metas sin depender de nadie.

Con ese pensamiento, me arreglé con esmero y me dispuse a enfrentar mis retos vitales y vencerlos.

El tiempo ha pasado de prisa, hoy poseo mi despacho de consultoría contable y puedo ser dueño de mis decisiones porque de ello depende mi éxito, cuánta razón tenía Erich Fromm “Para lograr la libertad verdadera, debemos liberarnos de nuestro miedo. Esto significa no tener miedo a intentar cosas nuevas y probar experiencias distintas.

Comentarios

MÁs Columnas

Más del Autor