mayo 20, 2024
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Claudia Vázquez Andrade

Manita de gato… cara

enero 23, 2024 | 157 vistas

Sin lugar a dudas que Tamaulipas registró un crecimiento real a partir de la modernización de sus carreteras, y eso, aunque duela lo provocó el gobierno priista de Manuel Cavazos Lerma, con el agregado que ninguna de ellas fue concesionada y por ende no son de cuota.

Pero como suele suceder en cualquier rúa que no tiene el mantenimiento respectivo, estas empiezan a deteriorarse, como es el caso de la llamada Juan Capitán “El Chihue”, conocida como la Rumbo Nuevo.

Y es precisamente bajo este argumento, lo que abrió la puerta a la inversión privada y obviamente será de cuota, solo es cosa de tiempo para que finalmente quienes necesiten transitar por ella, terminen pagando una cantidad determinada.

Es entendible que los inversionistas rescaten su dinero y ganen, pero porque concesionar una carretera que solo requiere de mantenimiento, porque de ser así, entonces se da por entendido que al paso del tiempo otras rúas, como la Zaragoza-Victoria, o la Victoria-Monterrey, o el tramo Victoria-Matamoros, tengan que ser privatizadas.

Bienvenida la iniciativa privada, pero en nuevos proyectos carreteros, que traigan a Tamaulipas fuentes de empleos o crecimiento turístico, pero no en estos términos, porque por una “manita de gato” los automovilistas terminaran pagando por décadas una vialidad que no es ni más grande ni será mejor.

Simplemente estará en “buenas condiciones” y esa es una obligación del Estado.

Es entendible que la situación económica de la entidad no es la mejor en este momento, pero tampoco la del ciudadano, por ello; no se le puede cargar la mano a los tamaulipecos.

 

LA ÚLTIMA

“El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”, reza un pasaje bíblico, y éste sin lugar a dudas que está muy ad hoc para los aspirantes a un puesto de elección popular, que aun sin ser ungidos se han apedreado de manera abierta o por debajo de la mesa.

En Tamaulipas, aunque no es privativo tampoco, ha sido una práctica común la descalificación, las acusaciones, con verdad o sin ella, y hasta los insultos, entre los contendientes a una candidatura.

En la antesala de conocer los nombres de los abanderados a una alcaldía, una diputación local, o federal, o la senaduría, ya se ha escuchado señalamientos o imputaciones de presuntas irregularidades cometidas por algunos de los “suspirantes”.

“Qué si se clavó más de mil millones de pesos”, “Qué si su pariente dejó temblando al Estado”, “Qué si su padrino saqueó y destrozó la entidad”. “Qué sí dejó en bancarrota la Comapa”, “Qué sí no ha hecho nada por victoria” y que solo se compró una casa y remodeló y agrandó la que tenía”, “Qué si el único mérito es ser pariente de ya saben quién”, “Que sí va a la cámara alta es por su cercanía con quien sabe quién”, “Que yo no soy político y no somos iguales”.

Esas y otras expresiones se han dejado escuchar en labios de algunos de los aspirantes en los últimos meses, sin perder la esperanza de ser escuchados no solo por los ciudadanos comunes, sino también por quienes toman las decisiones y con ello desalentarlos a darles la candidatura a sus contrincantes.

En fin, queda claro que los tiempos han cambiado, que se ha logrado avanzar en muchos aspectos, entre estos en el renglón de la democracia, pero no en la forma de hacer política. El nivel continúa siendo el mismo.

Pero como dijera alguien por ahí, es lo que tenemos.

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